Ciudad Erótica

Cereza y vainilla

Publicada

Cereza y vainilla.

Un año entero esperó para volverla a ver, justo en el tránsito de los 16 a los 17 años. A Yoli la había conocido en un campamento de verano, alguna conversación suelta por ahí, miradas y coqueteos, un par de cartas en los últimos meses, nada más. Ella tenía ese tono regiomontano medio chiqueado que tanto le gustaba, unos muslos dorados, gruesos y firmes como para triturar nueces, ojos verdes brillantes como canicas y boca pequeña que escondía una sonrisa demoledora capaz de derretir glaciares en Alaska.

De manera auténticamente pusilánime, Matías se había aprendido varias canciones de Límite para estar a tono con sus gustos norteño-fresas, era un fan clandestino de Alicia Villarreal: “déjame sobre los labios un pedacito de ti”, así terminaban sus chaquetas. Las últimas noches las pasaba con los audífonos del Discman puestos, tocando una y otra vez los tracks de la rubia gordibuena de las trenzas: “Esta vez ya no dejaré escaparte como ayer”, se prometía.

Ahora sí era su hora, no se la iba a fiar, luego de 12 meses volvían al campamento. Cuando se vieron tragó saliva, ensayó su mirada matona y se acercó. Yoli le devolvió el saludo y le dio un abrazo.

—Nos vemos en un rato, voy a poner la casa de campaña con mi hermana—, le dijo encantadora. Esa noche pasaría el culmen de todo un año de manuelas.

Advertisement

El objetivo

En lo que llegaba el momento de estar a solas con ella, Matías se fue a pasar un rato con las chicas locales. Helena y Sofía también armaban sus tiendas y decidió darles una mano (en lugar de ir a ayudar a Yoli el muy güey).

Helena le parecía mona y se sentía cómodo conversando con ella. Ya se decían que el “In Utero” de Nirvana lo sentían un poco inferior al “Nevermind” o enseñaban sus moretones por el slam en el concierto de la Maldita Vecindad en las Fiestas de Octubre. Precisamente, Helena le recordaba un poco a la esposa del depresivo vocalista de la banda más famosa del grunge, ella era una especie de Courtney Love descompuesta en versión jalisquilla; tez clara casi lechosa, delgada y formadita, sin ser voluptuosa como Yoli la regia, el cabello, quizá no rubio, pero sí castaño claro, corto, con un par de chonguitos que la hacían ver aniñada y sensual a la vez.

Helena no le rehuía al cortejo, lo tocaba de una manera distinta y le gustaba estar cerca de Matías, pero por el momento, para él, su objetivo estaba en el norte de México.

Foto: @MKSAUGE

El acabose

Las luces estroboscópicas daban vueltas, mientras que en la cabeza de Matías la rabia y el desconsuelo lo hacían mierda. La fiesta de luz y sonido nocturna era parte de la bienvenida al campamento, todos brincaban y chocaban entre sí desaforados al tiempo que “Mal Bicho”, de Los Fabulosos Cadillacs, retumbaba en los bafles.

Dos horas antes, Yoli había dejado de ser “La Regia” para ser “la culera”. Mientras Matías se aplomaba, ella platicaba animadamente con Carlos en un tronco, ambos se rozaban los rostros, luego la tomó de la mano y se perdieron entre las sombras. El acabose.

Verbo mata carita dice el atinado refrán. Matías se recargó en una de las torres de las luces, su espalda se untó en el hierro hasta que su cuerpo tocó el piso y se sentó a rumiar su primer fracaso en el amor al son de “La Ingrata”. Cuando menos se da cuenta, Helena estaba sentada junto a él con su sonrisa de niña.

Advertisement

—¿Qué haces maguito? —, le espetó.

—¿Cómo me dijiste? —.

— Maguito de Sonrics, así te decimos, de cariño—.

—Ah, no… pos chido—.

—Anímate, la música está buena mi chavo—.

Advertisement

Ruda y linda

Helena reunía en sí misma dos características antagónicas: Era ruda y linda al mismo tiempo, una alt-girl en toda la extensión de la palabra, alocada y un poco impetuosa, un tatuaje de una flor de loto sobresalía en su hombro derecho. Después de un rato de estar sentados juntos, escuchando la música, Matías pensó, “a la chingada la pinche regia pelos de miel”.

Durante el día, era usual ver a Helena con una Tutsi Pop en la boca. Volteó y fundió sus labios con Helena, la humedad de su lengua y ese sabor a chicle y cereza mezclados le tundieron el cerebro.

Acabaron juntos en la tienda de Helena, entre respiraciones agitadas y entrecortadas, mientras sombras iban y venían por fuera al son de gritos y risas. En esa cueva de feromonas, Matías descubrió unos senos pequeños pero erguidos con pezones rosas que sabían a vainilla; un pubis con apenas unos tenues y finos cabellos claros, casi transparentes, unos labios mayores gruesos que mostraron su interior cuando sus dedos índice y medio, en complicidad, se animaron a llegar hasta ahí. Helena respiraba con fuerza, no gemía, sólo se retorcía, había que evitar la carrilla en medio de una aldea de carpas en las que seguramente otras cosas similares ocurrían, aquel campamento era un piélago de adolescentes ansiosos de perderse en la vastedad del monte venus.

La utopía veraniega terminó y cada quien tomó su rumbo. Se encontraron en algunas reuniones, pero apenas y hablaban. Matías, pasó de la candidez a la patanería, en relación a Helena. Ella no podía traicionar su desparpajo y actitud de femme fatale, así que sufría en silencio su desdén.

Foto: David Pommier

La nostalgia

Años después recayeron en el campamento un poco como universitarios colados. Helena era otra, seguía delgada pero su cuerpo lucía atlético por causa del ciclismo de montaña que practicaba. Aunque la Tutsi Pop permanecía ahí, haciendo más roja y deseable su boca.

Durante varias horas Helena y Matías caminaron y conversaron, ella le contaba sobre una relación fallida con un hombre mayor con el que ahora vivía en la Ciudad de México; él sobre su incapacidad de tener una relación seria desde su última novia de la facultad. Pero la nostalgia también sube la libido, y si a la ecuación le sumas una botella de vino tinto, una noche oscura y otra vez esa casa de campaña, es fácil deducir la conclusión.

Advertisement

Así, volvió a probar la vainilla de los senos de Helena, quien ahora, un poco más desinhibida, no se limitaba ni en sus movimientos ni en su lenguaje.

—¿Quieres que te la mame? —, le preguntó sin dar oportunidad a respuesta, en el acto, sus labios tono cherry se abalanzaron con energía sobre el caramelo macizo que en ese momento era el miembro de Matías, antes de dejar que la arremetiera con impaciencia por la espalda.

La noche se convirtió en mañana, y durante tres días, Helena despertaba a Matías con su desnudez y su pubis limpio, ahora perfectamente rasurado, cuyo remate habría con sus dedos para montarse sobre él y cabalgar con ojos cerrados en un arpegio amatorio, demostrando que la teen rebelde, rockerita y cachonda era ya toda una mujer consciente de su sexualidad y de sus ganas de ser satisfecha.

El que es pendejo…

Pero el que es pendejo es pendejo, después del reencuentro Matías, de nuevo, rehuía de Helena, quizá porque su fuerza y caos lo intimidaba. Que ella fuera una especie de huracán irrefrenable no era poca cosa. Así que Helena volvió a la capital para continuar su rutina con el hombre mayor exitoso y adinerado, y él a languidecer en un trabajo que poco le entusiasmaba.

Malditos sean los viejos vicios que nos hacen volver a ellos como piloto suicida en busca de la caída en picada. Nada de lo siguiente hubiera ocurrido si Yoli La Regia no se hubiera ido con otro cabrón. La última vez Helena le dejó su correo electrónico y Matías decidió escribirle, tenía planeado viajar a la Ciudad de México y calculaba que podían verse y reanimar el fogón. No contaba con que ella lo iba a invitar a comer a la casa del enemigo.

Advertisement

Pasta, ensalada y agua de guayaba, fungieron como afrodisiaco en una extraña mesa de tres en la que uno sobraba. El hombre exitoso y adinerado, médico de profesión, se comportó afable y conversador, mientras Helena soltaba una mirada picaresca a Matías, quien nervioso sólo pensaba en emprender la graciosa huida. ¿Por qué no lo hizo?, quizá porque la lujuria es una fuerza indómita que se comporta de forma canalla y atolondrada. Era claro que el helado favorito de Matías era el de vainilla.

«Cógeme»

Sentados solos en el sillón de una sala de tono cobalto, con el tercero en discordia fuera por el trabajo absorbente, era cuestión de segundos para que las puertas de la dulcería se abrieran. Helena con unas copas encima y la ropa debajo, alardeó que ahora lucía un pubis habitado de manera sutil, abriendo sus piernas lo mostró por completo y esperó a que el brío de Matías mancillara el sofá con fluidos y jadeos a la voz de “cógeme”.

Pero chingado, a los ensueños siempre los mata la realidad. La vecina chismosa timbró, interrumpió el festín y decidió quedarse a platicar, hasta que “Mr. Éxito” regresó. Ya para entonces, Helena desvariaba en alcohol, comenzaba a hablar de más y a ser la insolente puberta de años atrás. Matías, con la culpa encima, se encerró en el cuarto de visitas a esperar a que llegara la mañana, mientras en la habitación contigua, los gritos subían de intensidad.

Un abrupto silencio y un toque de puerta. “Mr. Éxito”, como todo un caballero, pero con rostro descompuesto, le explicó a Matías que esa noche no podía quedarse ahí y que él sabía la razón. Helena, con las mejillas sesgadas por las lágrimas y en un acto de furia trató de impedirlo, pero ya la casa estaba incendiada y sin bomberos a la redonda. La madrugada se destapaba para Matías.

Foto: boudoir

La neblina del tiempo                         

Pasaron los años, a la regia de las piernas torneadas se la encontró en Facebook, y todo quedó en una husmeada digital un poco concupiscente. A Helena la buscó por todas las redes sociales y jamás la encontró, le escribió un par de correos, pero no hubo respuesta, todo tipo de lazo se desvaneció en la neblina del tiempo. Supo por amigos comunes que había rehecho su vida en alguna ciudad del sur, lejos del hombre exitoso. Matías, que hizo lo propio, se olvidó del asunto, pero eso sí, no podía evitar sonreír maliciosamente, pero con añoranza, cada vez que chupaba una Tutsi Pop.

 

Advertisement

 

Ciudad Erótica       Isaías Ozy

 

 

<ESS>

Advertisement

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

LO MÁS VISTO

Salir de la versión móvil