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El libro ha vivido siempre en peligro: Irene Vallejo
Detrás del desenfreno de la lectura hay una lucha por el derecho a soñar, una resistencia a ser educados en la resignación y no en la ensoñación, por eso la lectura es tan revolucionaria, y en ello pone su énfasis la escritora Irene Vallejo, quien hoy junto al escritor argentino Alberto Manguel participó en la apertura del Salón Literario de la FIL 2022, bajo la moderación de la autora Rosa Beltrán.
La autora del ensayo literario El Infinito en un Junco (Siruela, 2019), en el cual cuenta de una manera detallada y llena de curiosidades el origen de los libros en la antigüedad, habló sobre el proceso de democratización de los mismos –antes artefacto exclusivo de las clases privilegiadas-, su poder transformador y de cómo puede ser una amenaza paralos poderes totalitarios.
“El libro ha vivido siempre en peligro, la vida de los libros ha sido peligrosa desde el primer instante, por eso quise empezar El infinito en un Junco como una novela negra de suspenso, porque creo que la biografía del libro sería una novela siempre llena de enemigos acechantes a la sombra, que están buscando la forma de controlar y de mantener silenciados ciertos libros, sobre todo de elegir quienes son las personas que leen”, expresó la también filóloga española.
Vallejo recordó como en la época de la esclavitud en Estados Unidos, estaba prohibido que los esclavos aprendieran a leer y a escribir, so pena de castigos físicos severos, pues sabían lo que implicaba para la búsqueda de su libertad; o como estaba considerado a fines del Siglo 18 y principios del 19 que era peligroso para las mujeres leer pues favorecía la ensoñación, y por consecuencia esto sería un sinónimo de falsas expectativas y de inconformismo con su propio destino, algo no deseado para ellas pues estaban destinadas al matrimonio
“Incluso se relacionaba con la infidelidad, con el deseo sexual y la masturbación, con realidades muy mal vistas en la época, ahora casi podría ser un slogan publicitaria; sexo, dinero y libros. La gran representante de esa idea es Madame Bovary (novela de Gustave Flaubert) una mujer que en su juventud leyó muchas novelas y se formó una expectativa de lo que va a ser la vida apasionante, luego se aburre y siente hastío en el matrimonio, entonces esta mujer pasa de la lectura a la infidelidad matrimonial y después a las deudas, que acaban siendo su fin desgraciado”, añadió.
En su intervención, Manguel destacó el poder que la literatura tiene como defensora de la democracia y combatiente del autoritarismo, y recordó el atentado contra el escritor Salman Rushdie como uno de los ejemplos palpables de la falta de memoria ante los peligros del fascismo y el extremismo.
Durante el cierre de la charla, Vallejo celebró la presencia femenina en la literatura de la actualidad, pero subrayó la necesidad de rescatar a las autoras silenciadas en el pasado, y derrotar el prejuicio que aún subsiste de que los libros escritos por mujeres están dirigidos a mujeres, mientras que los que escriben los hombres son universales: “esa universalidad se debate a sí misma si no incluye a más de la mitad de la humanidad”, dijo.
Manguel por su parte abogó por la idea de celebrar a la literatura por sí misma, y porque se acaben las etiquetas excluyentes, dejando de fuera la nacionalidad, la lengua o el sexo del autor: “Me parece un insulto decir que leo un libro de Irene Vallejo, de Rosa Beltrán, de Gioconda Belli porque son mujeres. Es un insulto hacia los autores de esa obra, idealmente, y esto lo dijo Margaret Atwood, toda la literatura tendría que ser anónima, entramos en el libro, como entramos en un territorio nuevo y somos nosotros lectores los responsables de esa lectura. Yo no quiero juzgar un libro porque el autor sufrió en su infancia, eso no tiene nada que ver con la obra claro, estoy hablando de una lectura ideal y no es posible, pero me esfuerzo en no pensar si el autor es mujer, hombre, trans, gay o lo que sea”, concluyó.
Foto: FIL.