Opinión
Claudia Delgadillo desaira a las víctimas del 22 de abril

El pasado 22 de abril Guadalajara cumplió 32 años de vivir una de las peores tragedias en la historia de Jalisco: el exceso de hidrocarburos en el drenaje provocó más de 10 explosiones que despedazaron las calles del sector Reforma.
Y el único candidato a la gubernatura que refrendó su compromiso con las víctimas fue Pablo Lemus, abanderado de Movimiento Ciudadano (MC), mientras que Morena demostró una vez más su indiferencia al ignorar el llamado de los sobrevivientes.
Las cifras oficiales arrojan que 212 personas perdieron la vida y mil 800 resultaron heridas, pero la gente que sobrevivió a la tragedia considera esos números como un insulto, pues las explosiones incesantes durante más de 4 horas destruyeron casi 10 kilómetros de vialidades.
Lo más doloroso es que todo se pudo haber evitado, pero la negligencia gubernamental estuvo por encima del sentir de los ciudadanos, quienes días antes reportaron alarmados el insoportable olor a gasolina. Las autoridades respondieron que no había ningún riesgo.
Más de tres décadas se han cumplido, pero las heridas siguen abiertas porque todavía no hay justicia. Las autoridades nunca asumieron su responsabilidad y dejaron desamparados a los sobrevivientes.
Fue hasta el año 2015 cuando MC cambió esa historia, y de la mano de Enrique Alfaro como alcalde de Guadalajara, se incrementó la aportación al Fideicomiso de las víctimas y hubo una atención médica integral.
Y con la llegada de Pablo Lemus a la alcaldía tapatía en 2021, se refrendó el compromiso de no dejar solas a las víctimas, duplicando los recursos que aportaba el Ayuntamiento al Fideicomiso, y se hizo obligatorio entregar el apoyo de forma anual con una actualización inflacionaria.
No es el primer caso donde vemos a Pablo Lemus dar un paso al frente para atender la tragedia. El candidato naranja siempre estuvo presente para que el mercado San Juan de Dios volviera a ponerse de pie, luego del terrible incendio que afectó al inmueble hace dos años. El entonces alcalde tapatío otorgó apoyos económicos a comerciantes afectados, subsidió la renta y reconstruyó locales.
El pasado lunes que se conmemoró el trágico episodio que marcó para siempre la historia de Guadalajara, Pablo Lemus firmó los compromisos para garantizar el bienestar integral de las víctimas. Además, anunció que insistirá para que Pemex asuma su responsabilidad y emita una disculpa pública por la tragedia.
Mientras tanto, la candidata de Morena, Claudia Delgadillo, prefirió hacer una gira de medios en la Ciudad de México, desatendiendo la invitación que hicieron los sobrevivientes a los tres candidatos a la gubernatura.
Pero ya no sorprende el desprecio y la indolencia de Morena con las víctimas. Recordemos la pésima respuesta y gestión de la tragedia que ocasionó el Huracán Otis, en Acapulco. El gobierno morenista no avisó sobre la inminente llegada del huracán, tampoco evacuaron y fallaron con la instalación inmediata de los refugios y centros de acopio.
Mientras Morena da la espalda y falla en el manejo de las crisis, Pablo Lemus siempre pone el ejemplo de cómo se debe proteger y salvaguardar a los jaliscienses.
La actitud de Morena daña la democracia de manera autoritaria y quebranta la responsabilidad colectiva.
Sobre el autor
Omar Enrique Cervantes Rivera es secretario técnico de la campaña de Pablo Lemus y ex secretario general del Ayuntamiento de Tlajomulco. Escribe a @OmarCervantes_R.
Opinión
Ojo, así se roban tus datos personales

Estimado lector, para mí es un privilegio volver a escribir estas líneas luego de una muy larga ausencia. Sin embargo volveremos a encontrarnos en esta columna cada quincena, analizando los temas de actualidad relacionados con la protección de nuestros datos personales y la privacidad que acontecen tanto en nuestro País como en el mundo.
Evidentemente no podemos dejar de comentar lo sucedido en días pasados en Guadalajara, donde existía -y seguramente siguen existiendo- un call center debidamente instalado para llevar a cabo extorsiones que se extendían no solo al resto de Jalisco, sino hasta a otros veinte estados más de nuestra República, afectando a más de 26 mil personas con llamadas fraudulentas y extorsiones.
Afortunadamente se desmanteló y según declaraciones oficiales se están realizando colaboraciones con instituciones de las demás entidades afectadas, para descubrir a todas las víctimas y por supuesto, invitarlas a denunciar, lo que resulta en una tarea titánica para las autoridades; pero al parecer no lo fue para aquellos cuyo modus vivendi consistía en realizar este tipo de nada honrosas actividades.
Datos personales de los afectados
En ese sentido caben muchas reflexiones, pero la primera es preguntarnos de dónde obtenían la materia prima, es decir, los datos personales de aquellos afectados. Aunque las respuestas pueden variar, quiero que centremos nuestra atención en dos fuentes principales.
La primera y la originaria por excelencia siempre seremos, desafortunadamente, Usted y yo, querido lector. Es decir, nosotros como titulares, dueños de esos datos personales que elegimos, muchas veces sin pararnos a reflexionar en ello, a quién, cómo y para qué le compartimos esta importantísima información.
Y digo que muchas veces sin reflexionarlo lo suficiente, porque participamos a otras personas de manera voluntaria, para poder obtener un bien o servicio; para pedir nuestros alimentos cuando no tenemos tiempo de prepararlos en casa; al inscribirnos a un curso o a nuestros hijos a la escuela, por citar ejemplos cotidianos. Pero también lo hacemos de manera involuntaria, por ejemplo cuando descargamos aplicaciones en nuestro teléfono inteligente o tableta y compartimos datos que no son necesarios; cuando somos poco discretos en una conversación o bien, ¿cuántas veces no hemos tirado a la basura documentación que contiene nuestro nombre u otros datos más sensibles, como nuestra CLABE interbancaria? Seguramente, muchas veces.
Ignoramos el valor de nuestros datos
La segunda causa de obtención de esta información es por medio de aquellos que manejan datos personales, es decir, los responsables si son particulares, o bien los sujetos obligados de orden público. Según me ha tocado atestiguar, parece que cuando la información no nos pertenece, dejamos de tener cuidado en su manejo. Se despersonaliza y solo vemos números, estadísticas, pero olvidamos que detrás de esas cifras, direcciones o palabras, se encuentra una persona que puede verse perjudicada por nuestro descuido de custodia de la información durante el ciclo de vida de los datos personales.
En fin, aunque difícilmente sabremos cómo se obtuvo esa información, es una realidad que decenas de miles de personas se vieron seriamente perjudicadas no solo en su patrimonio, sino muy seguramente hasta en su tranquilidad diaria, por este tipo de acciones ilegales. La invitación es a que le demos la importancia debida a esta información que es tan importante. La que nada más y nada menos, nos hace únicos y nos permite interactuar con el resto de quienes nos rodean. Si tenemos conciencia de la importancia de nuestros datos personales, seguramente nos daremos cuenta de la relevancia que también tiene la información relativa a otras personas.
La tarea primordial
En un entorno tan cambiante como el que vive nuestro mundo y especialmente, nuestro Estado de Derecho, la tarea primordial con la que contamos es velar porque nuestros derechos a la protección de datos personales y la privacidad no sean violentados y es más, que puedan ser garantizados, sobre todo ante la inminente desaparición de los Órganos Garantes en la materia, de lo que hablaremos en nuestra próxima entrega.
Sobre la autora
Ana Olvera es profesora investigadora de tiempo completo en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, con intereses en privacidad, bioética y neuroderechos.
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Opinión
La extinción de los institutos de transparencia: ¿falta de empatía o indiferencia?

A veces, hablar de datos personales, de su protección y nuestra privacidad, resulta sumamente abstracto. Aunque incluso trabajemos con ellos, pensemos en la recepcionista de un consultorio médico o el propio profesional de la salud. O en la persona a la que le pedimos la pizza o la comida que consumiremos en ese momento.
Ahora pensemos en las veces que entramos a ciertas redes sociales, como X, Facebook o LinkedIn y encontramos explicaciones acerca de lo importante que es proteger nuestros datos personales, o bien, explicaciones de las resoluciones (que a veces se adjuntan completas) y que más bien, parecen para un público un poco más especializado, que tal vez no seremos nosotros -que solo buscamos un momento de distracción-. En no pocas ocasiones, este tipo de situaciones pasan desapercibidas hasta que somos víctimas de robo de identidad, alguna extorsión o una estafa.
En este sentido cabe preguntarnos al menos dos cosas. La primera, la razón por la que optamos por la indiferencia ante la violación de la privacidad, que se arraiga en una compleja red de factores. La omnipresencia de la tecnología ha normalizado la vigilancia, desensibilizando a muchos ante la vulneración de sus datos personales. La complejidad de las políticas de privacidad y los algoritmos opacos genera una sensación de impotencia, alimentando la resignación. Además, la gratificación inmediata de los servicios digitales y la falta de consecuencias tangibles de la pérdida de privacidad fomentan una actitud apática e incluso, indolente. A esto se suma la polarización social, que fragmenta la empatía y dificulta la acción colectiva en defensa de un derecho fundamental.
La falta de involucramiento nos aísla de nuestra comunidad. Nos desconectamos de los problemas que nos afectan a todos, como la pobreza, la desigualdad, la violencia, la inseguridad y el cambio climático. Nos volvemos indiferentes al sufrimiento de los demás, perdiendo nuestra capacidad de empatía y solidaridad.
Pero la segunda es igualmente preocupante. ¿Qué pasó con el trabajo de los organismos garantes? ¿Fue acaso incapacidad de transmitir e incluso educar al pueblo mexicano? ¿De “conectar”, empatizar? Por que los festivales, las fotos, los congresos o simposios, salvo muy honrosas excepciones, siempre iban dirigidos a cualquier público distinto a lo que han dado por llamar “el ciudadano de a pie”. O como dirían los políticos en este momento histórico, “el pueblo bueno”, ese que difícilmente, con la pobre comunicación de los “expertos” y además con pocos recursos a la mano, comprendió la importancia de un andamiaje institucional como el que logró crearse en materia de transparencia y protección de datos personales. Tal vez eso explique la indiferencia en su defensa.
No cabe duda que asistimos y en gran mayoría, las y los mexicanos solo estamos meramente atestiguando los cambios estructurales que nuestro país esta viviendo. En ese sentido, claro que vivimos una transformación. No sé cuál. Pero bien haríamos en hacer a un lado esa indiferencia, para al menos intentar entender cómo afectarán al ejercicio y garantía de nuestros derechos fundamentales.
No involucrarse en la vida del país también tiene un costo personal. Cuando nos alejamos de los asuntos públicos, renunciamos a nuestro derecho a ser escuchados y a contribuir al bienestar de nuestra sociedad. Nos convertimos en meros espectadores de nuestro propio destino, sin voz ni voto. En un mundo cada vez más interconectado, los problemas que enfrentamos son complejos y requieren soluciones colectivas. La participación ciudadana es esencial para construir un futuro más justo, próspero y sostenible para todos. No podemos permitirnos el lujo de la indiferencia.
Es hora de despertar de la apatía y asumir nuestra responsabilidad como mexicanos. Involucrémonos en los asuntos públicos, hagamos oír nuestra voz, exijamos transparencia y rendición de cuentas. Solo así podremos construir el país que queremos y merecemos.
Sobre la autora
Ana Olvera es profesora investigadora de tiempo completo en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, con intereses en privacidad, bioética y neuroderechos.
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