Opinión

Un reino en forma de balón o cómo el fútbol es a veces un tabú

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El fútbol es a veces un tabú...

Actualmente vivimos en una sociedad que le gusta la confrontación. Estamos en la era de las redes sociales, las cuales nacieron para acercar personas, facilitar la comunicación, pero también se han convertido en un panfleto de egos, en donde todos quieren opinar de todo, a veces sin causal de conocimiento y demostrando cierta ignorancia, es que es muy fácil hacerlo desde la comodidad del asiento, tras la pantalla y sin interacción alguna, al menos en el plano físico.

Uno de los temas que siempre me ha llamado la atención dentro de estos debates que nacen en cualquier red social, es como algunos piden y gritan que debe existir igualdad, pero denigran todo aquello que no es como se piensa.

Pongo un ejemplo muy común, bueno, el más común y tradicional es culpar al gobierno de todos los males del mundo; pero más allá se encuentran los pseudointelectuales que buscan un mundo mejor, pero pretenden escalar a costa de hacer menos a lo que no es como ellos piensan, o que simplemente no están a su “altura”.

Otras linduras

Es el ese caso de la música, sólo los inteligentes, los que aspiran a ser alguien en la vida, los estudiados y letrados escuchan música alternativa y rock, ondas underground, y todo aquel que escucha banda, reggaeton o algo que parezca demasiado popular o de “pueblo”, esos son los que se joden al país, son los ignorantes, los que no trabajan, los que denigran al prójimo y así una lista que los convierte en lo peor en la escala social.

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Y entonces dónde está el respeto por el que comenzaron. En este 2018 México se enfrenta a una decisión clave, serán las elecciones para tener un nuevo Presidente, hoy más que nunca el boom de las redes sociales terminará por ser un grandísimo protagonista. Ya están los grupos que defiendan a unos como si fueran de su familia y los que atacan solamente porque se alejan a lo que ellos piensan o quieren. Pero el mayor culpable no es “quien tú sabes”, no.

El mayor culpable de la distracción de los mexicanos, de las conspiraciones para mantener al PRI en Los Pinos, de que aflore la ignorancia no es otro más que el fútbol. Sí, usted lo leyó bien, la causa de todos los males y distracciones es el deporte más practicado en este país. ¿Por qué? Porque pues el día de las elecciones juega la Selección en el Mundial de Rusia, entonces nos vamos a embrutecer y a gritar en la calle y festejar, olvidando nuestros deberes como ciudadanos y sólo por eso va a ganar el (inserte aquí al que usted no quiere que gane).

Eduardo Sacheri.

Ajá, ¿y?

¿Y qué tiene que ver esto con la literatura? Excelente pregunta amigo lector. El fútbol es a veces un tabú en el propio mundo de las letras, el deporte en general es hecho menos, pues no es lo suficientemente “intelectual” para que se hable de él en las páginas, no están al nivel de un Nobel, por lo tanto es literatura “equis” o “basura” según aquellos defensores y amantes de las novelas de los escritores de renombre, o de aquellos que se sienten poetas del barrio.

Tengo, entonces, una confesión que hacer. Soy alguien que le encanta leer, que tiene en los libros su pasatiempo favorito, que me deleita como nada aventarme una tarde de lectura e imaginar cada escenario, pero también soy un ferviente aficionado al fútbol. Y no, no soy de los que creen que sea el distractor o que no se merezca ser parte de la literatura, como ya lo he defendido en anteriores ocasiones este punto, no abundaré más. Pero sí hablaré del santo patrono, actual, que hay de hablar de fútbol en los libros: el argentino Eduardo Sacheri.

El grande

Si bien en México tenemos a Juan Villoro y en América Latina a Eduardo Galeano, quien nos heredó la biblia del fútbol en la literatura (Fútbol a sol y sombra), es Sacheri quien le ha dado en sus meros moles a los chavos de hoy.

Sacheri ya nos regaló esa sublime novela de fut y pasión, Papeles en el viento, pero es también capaz de trasladar las enseñanzas para la vida diaria que nos puede dar el mundo de la pelota, todo eso lo plasma en el libro Las llaves del reino, que es uno de los mejores que he leído en mi vida, no es novela, es un compilado de las columnas del argentino en un diario de su país, pero la forma en la que combina la pasión por el deporte más hermoso del mundo, con la vida cotidiana y las enseñanzas que da, me ha hecho disfrutar a lo grande.

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Un reino en forma de balón

Aquí queda demostrado que ser inteligente, capaz y estudiado nada tiene que ver con que te guste el fútbol. Para muestra, Sacheri es la mente detrás de la exitosa película El secreto de sus ojos, un clásico contemporáneo, que es alabada en debates intelectuales por Internet, que ganó un Oscar a mejor película extranjera, todo eso es gracias a Sacheri, que guarda y desborda una pasión inmensa por el fútbol.

Las llaves del reino llama a los que gustamos del fútbol desde la portada. Te atrapa historia a historia, pues más allá del deporte, habla de la pasión que provoca, como afecta vidas, da ilusiones, sueños y también los desmorona en 90 minutos. Historias que pasan en un estadio, en un barrio, en una ciudad, a un personaje inspirado, otros en busca del sentido de su vida, todo gira alrededor de la pelota de una forma magistral. Mejor aún, es que todo es real, todo le pasó a Sacheri, todo lo plasma en micro relatos que te hacen siempre terminar con una gran sonrisa. La relación que mantiene con su hijo es conmovedora, y sé que más de uno le verá el lado más humano que han sentido, y sí todo es fútbol, es soccer.

Con emoción, con humor, con lucidez y con empatía, Sacheri se acerca al lector y entrega las llaves de un reino donde el fútbol es pasión, aprendizaje, escudo y excusa. Para vivir en el juego y jugar en la vida.

Portada del libro Las llaves del reino.

Todo menos ignorancia

Voy a las frases que me quedaron grabadas. Que me hicieron sonreír, reflexionar, este libro da todo, y reitero, es una bofetada para quienes piensan que el apasionarse por un equipo, es sinónimo de ignorancia, de retroceso o de que se te seca el cerebro, lo que pase primero.

En el primer relato te atrapa. Nos introduce a su relación con su hijo, su amor por el Independiente, un equipo que les ha dado muchas angustias, les ha hecho llorar, decepcionarse, pero que de repente cambia todo, les devuelve ilusiones, y hasta afecta su vida para bien.

“Suerte, casualidad, inteligencia, buenas decisiones. O todo lo contrario. Y el resto de nuestra vida de un lado o del otro. A veces el fútbol se parece tanto a la vida que da miedo”.

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Así resume Eduardo Sacheri la vida de un futbolista, pero resulta que no es nada ajeno a la vida de nosotros los simples mortales, los que no nacimos con el don de derrochar talento, los que no ganaremos millones divirtiéndonos en una cancha, al contrario tendremos que pagar para jugar en las Ligas locales de fut 7 con los amigos, pero ahí está como las buenas o malas decisiones marcarán el rumbo de lo que decidas o puedas ser.

Los relatos que van pasando página a página sobresalen por tener una personalidad propia, por contar mucho, y a la vez dejarte con esa sensación de que o fuiste parte, o puedes imaginar más hasta dar el final. De las barras, del fútbol como deporte de ricos, del fútbol como deporte para el populacho, la humanidad de un árbitro, todo se desentraña poco a poco.

Frases que marcan

Finalizó dejando dos frases que me marcaron del libro. Reiterando que es muy fácil juzgar y hacer menos, más vale respetar, más vale ser conscientes de que somos una sociedad dispersa y variada en mentalidad, que la tolerancia y comprensión nos hará ser mejores. No señalar y pensar que el fútbol es para ignorantes como leo tantas veces por ahí.

“A veces pasa. Que uno. De tanto contar una historia embellecida con mentiras, termina por convencerse de que esas mentiras son verdades. O más aún: cuando uno está convencido de que la vida fue injusta con uno, de que la vida lo castigo con una existencia menos deslumbrante, menos exitosa, menos brillante de lo que uno imaginó, las mentiras son casi un acto de justicia, un parche para enderezar un destino que no merecimos”.

“Lo peor es que uno, además, tiene que hacer poco menos que un curso de heráldica para entender lo que significan las dichosas estrellitas. ¿Son títulos internacionales o nacionales? ¿Son títulos en Primera o el Ascenso? Y en ese camino: ¿Son títulos o son ascensos? ¿Son clásicos ganados? ¿Partidos televisados?»

Más, aún hay más

«Basta, loco. Me parece que ya está bien de tanto lustre, que suena a caballeros medievales. Porque en el fondo, las estrellitas hacen mirar las cosas de manera demasiado sesgada.

Nuestra historia futbolera no está hecha de estrellitas. Está hecha de otro montón de cosas. Partidos memorables en campeonatos anodinos. Clásicos imposibles, jugadas de nuestros héroes que no quedaron archivados en ningún otro lado que en nuestra fanática memoria de devotos perpetuos.

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Espero que sepan disculpar esta filípica contra las estrellitas. Sucede que las dichosas estrellitas me recuerdan a una de las cosas que más me molesta del fútbol actual. Esto de que ganar es todo. O ese slogan de no sé que marca de no sé que producto, que dice: Ganar no es lo más importante: es lo único. ¡Minga es lo único! ¿Quién les dijo semejante estupidez? Supongo que para el marketing el mensaje funciona. Pero me parece que esa filosofía nos empobrece. Ignora, oculta, desprecia, el laborioso entretejido de los días y los actos de los hombres. Los accidentes, los azares, las decepciones, los intentos. La verdad simple y profunda de que no sólo importan los qué sino que importan los cómos. Ese lugar esencial que tienen las formas”.

Larga y eterna vida a Sacheri.

Óscar Beltrán ha trabajado en medios impresos y radiofónicos como reportero en las fuentes de cultura, policíaca y deportiva. Ahora se desempeña como editor en jefe de la aplicación para smartphone «Plans».

 

Bolígrafo

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