Opinión
Los libros y México 2024

El 23 de abril se celebra en todo el mundo el Día Internacional del Libro, una fecha que tiene como objetivo fomentar la lectura y honrar a los libros como una herramienta fundamental para el desarrollo cultural y social de la humanidad. Esta fecha fue elegida en homenaje a tres grandes escritores que fallecieron un 23 de abril: William Shakespeare, Miguel de Cervantes y el escritor catalán Josep Pla.
Durante este día, se organizan numerosas actividades culturales en todo el mundo, como ferias del libro, lecturas públicas, concursos literarios y conferencias. Es un momento de reflexión sobre la importancia de la lectura en la vida de las personas y la necesidad de preservar el patrimonio literario de la humanidad. También se llevan a cabo campañas de promoción de la lectura y se realizan donaciones de libros a instituciones educativas y bibliotecas públicas.
El Día Internacional del Libro es una oportunidad para recordar que los libros son una fuente inagotable de conocimiento, imaginación y cultura. A través de la lectura, podemos viajar a lugares lejanos, conocer personas increíbles y adentrarnos en mundos desconocidos. Los libros nos permiten expandir nuestra mente, mejorar nuestra capacidad de comprensión y reflexionar sobre temas importantes. Además, leer es una actividad placentera que nos ayuda a desconectar del mundo exterior y disfrutar de momentos de introspección y recreación.
En un mundo cada vez más digitalizado, es fundamental preservar la tradición de la lectura y fomentar el amor por los libros en las nuevas generaciones. Los libros son una ventana al conocimiento y a la creatividad, una herramienta indispensable para la formación integral de las personas. Por eso, en el Día Internacional del Libro, es importante celebrar y difundir la importancia de la lectura como una actividad enriquecedora y transformadora.
En México, la conmemoración de este día cobra especial relevancia, ya que somos un país con una rica tradición literaria y un vasto acervo cultural. Desde los antiguos códices aztecas hasta los escritores contemporáneos que nos cautivan con sus historias, la literatura mexicana nos invita a reflexionar sobre nuestra identidad, nuestra historia y nuestro futuro. Es por eso que, en este Día Internacional del Libro, quiero hacer un llamado a todos los mexicanos a aprovechar esta conmemoración para reflexionar sobre la importancia de la lectura y la educación en nuestra sociedad. Este próximo mes de junio, tendremos la oportunidad de participar en unas elecciones importantes para el futuro de México.
Es crucial que desarrollemos una cultura política sólida, basada en el conocimiento y el entendimiento de los problemas que enfrenta nuestro país, para poder tomar decisiones informadas y responsables en las urnas. ¡A leer y a votar, porque juntos podemos construir un mejor México para todos! Nos leemos la siguiente semana y recuerda luchar, luchar siempre, pero siempre luchar desde espacios más informados que construyen realidades menos desiguales y pacíficas.
A lo largo de nuestra vida, nos dictan la importancia de vivir y actuar de acuerdo a nuestra vocación: ese conjunto de capacidades que componen en un sentido romántico, nuestro propósito en la vida. La vocación varía de persona a persona, pero sin duda, hay quienes hacen de esta, una herramienta en la vida para ser marcados y reconocidos como verdaderos individuos encaminados a aportar y generar cambios en su entorno, personas que, con sus acciones, han logrado establecerse como pilares de los cambios y movimientos sociales.
En ese sentido, este 14 de abril se conmemoró la muerte de José Maximiliano Revueltas Sánchez, a quien ubicamos de manera más sencilla como José Revueltas. Este revolucionario, escritor y activista político que marcó la tendencia hacia la expresión en son del respeto a los derechos humanos y la dignidad. Lo que no justifica su polémica figura envuelta en lo que algunos consideran extremismo. Eso sí, siempre cabrá destacar su compromiso social al punto de llegar a ser apresado en la antigua Lecumberri, sede de otras atroces acciones por parte del Estado, aunque eso es cuento para otra ocasión.
Revueltas, como la misma Poniatowska llegó a mencionar en diversas ocasiones, es un buen ejemplo de la resiliencia que caracteriza al pueblo mexicano, de la mano de la actitud de lucha y vocación para ser héroes ante la vida. Si a esto le sumamos la bondad, estamos ante el prototipo de la persona con capacidad para influir e influenciar sobre todos aquellos quienes tienen la apertura para cambiar lo que está mal en su entorno, pero sobre todo, que tienen la apertura para cambiar en ellos lo que es necesario modificar.
Es entendible y comprensible no siempre compartir ideologías con otros, pero mi visión de la sociedad es y siempre ha sido la misma: aperturarse a conocer la forma de pensar, pero sobre todo, el trasfondo de ese pensamiento es lo que nos permite crecer como individuos y aprender a tolerar y respetar las diferentes cosmovisiones que componen nuestra sociedad. En ese sentido, Revueltas podrá generar en algunos cierta indiferencia, recelo y molestia, pero hay que reconocer su valentía para luchar por las causas nobles.
Si queremos una cultura de paz y una mejor sociedad, requerimos personas empáticas, desde todos los frentes y formas de pensar, personas con una educación cívica que le tiendan la mano a aquellos que la necesitan. Nos leemos la siguiente semana, y recuerda luchar, luchar siempre, pero siempre luchar desde espacios más informados que construyen realidades menos desiguales y pacíficas.
Sobre el autor
Luis Sánchez Pérez es doctorante y maestro en Políticas y Seguridad Públicas en IEXE Universidad, abogado por la Universidad de Guadalajara. Profesor de asignatura en la Universidad de Guadalajara y en la Universidad Enrique Díaz de León. Investigador de medios de comunicación y participación ciudadana en el Laboratorio de Innovación Democrática. Colaborador semanal en Milenio, El Occidental y El Semanario.
Opinión
Ojo, así se roban tus datos personales

Estimado lector, para mí es un privilegio volver a escribir estas líneas luego de una muy larga ausencia. Sin embargo volveremos a encontrarnos en esta columna cada quincena, analizando los temas de actualidad relacionados con la protección de nuestros datos personales y la privacidad que acontecen tanto en nuestro País como en el mundo.
Evidentemente no podemos dejar de comentar lo sucedido en días pasados en Guadalajara, donde existía -y seguramente siguen existiendo- un call center debidamente instalado para llevar a cabo extorsiones que se extendían no solo al resto de Jalisco, sino hasta a otros veinte estados más de nuestra República, afectando a más de 26 mil personas con llamadas fraudulentas y extorsiones.
Afortunadamente se desmanteló y según declaraciones oficiales se están realizando colaboraciones con instituciones de las demás entidades afectadas, para descubrir a todas las víctimas y por supuesto, invitarlas a denunciar, lo que resulta en una tarea titánica para las autoridades; pero al parecer no lo fue para aquellos cuyo modus vivendi consistía en realizar este tipo de nada honrosas actividades.
Datos personales de los afectados
En ese sentido caben muchas reflexiones, pero la primera es preguntarnos de dónde obtenían la materia prima, es decir, los datos personales de aquellos afectados. Aunque las respuestas pueden variar, quiero que centremos nuestra atención en dos fuentes principales.
La primera y la originaria por excelencia siempre seremos, desafortunadamente, Usted y yo, querido lector. Es decir, nosotros como titulares, dueños de esos datos personales que elegimos, muchas veces sin pararnos a reflexionar en ello, a quién, cómo y para qué le compartimos esta importantísima información.
Y digo que muchas veces sin reflexionarlo lo suficiente, porque participamos a otras personas de manera voluntaria, para poder obtener un bien o servicio; para pedir nuestros alimentos cuando no tenemos tiempo de prepararlos en casa; al inscribirnos a un curso o a nuestros hijos a la escuela, por citar ejemplos cotidianos. Pero también lo hacemos de manera involuntaria, por ejemplo cuando descargamos aplicaciones en nuestro teléfono inteligente o tableta y compartimos datos que no son necesarios; cuando somos poco discretos en una conversación o bien, ¿cuántas veces no hemos tirado a la basura documentación que contiene nuestro nombre u otros datos más sensibles, como nuestra CLABE interbancaria? Seguramente, muchas veces.
Ignoramos el valor de nuestros datos
La segunda causa de obtención de esta información es por medio de aquellos que manejan datos personales, es decir, los responsables si son particulares, o bien los sujetos obligados de orden público. Según me ha tocado atestiguar, parece que cuando la información no nos pertenece, dejamos de tener cuidado en su manejo. Se despersonaliza y solo vemos números, estadísticas, pero olvidamos que detrás de esas cifras, direcciones o palabras, se encuentra una persona que puede verse perjudicada por nuestro descuido de custodia de la información durante el ciclo de vida de los datos personales.
En fin, aunque difícilmente sabremos cómo se obtuvo esa información, es una realidad que decenas de miles de personas se vieron seriamente perjudicadas no solo en su patrimonio, sino muy seguramente hasta en su tranquilidad diaria, por este tipo de acciones ilegales. La invitación es a que le demos la importancia debida a esta información que es tan importante. La que nada más y nada menos, nos hace únicos y nos permite interactuar con el resto de quienes nos rodean. Si tenemos conciencia de la importancia de nuestros datos personales, seguramente nos daremos cuenta de la relevancia que también tiene la información relativa a otras personas.
La tarea primordial
En un entorno tan cambiante como el que vive nuestro mundo y especialmente, nuestro Estado de Derecho, la tarea primordial con la que contamos es velar porque nuestros derechos a la protección de datos personales y la privacidad no sean violentados y es más, que puedan ser garantizados, sobre todo ante la inminente desaparición de los Órganos Garantes en la materia, de lo que hablaremos en nuestra próxima entrega.
Sobre la autora
Ana Olvera es profesora investigadora de tiempo completo en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, con intereses en privacidad, bioética y neuroderechos.
TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR: LA EXTINCIÓN DE LOS INSTITUTOS DE TRANSPARENCIA: ¿FALTA DE EMPATÍA O INDIFERENCIA?
Opinión
La extinción de los institutos de transparencia: ¿falta de empatía o indiferencia?

A veces, hablar de datos personales, de su protección y nuestra privacidad, resulta sumamente abstracto. Aunque incluso trabajemos con ellos, pensemos en la recepcionista de un consultorio médico o el propio profesional de la salud. O en la persona a la que le pedimos la pizza o la comida que consumiremos en ese momento.
Ahora pensemos en las veces que entramos a ciertas redes sociales, como X, Facebook o LinkedIn y encontramos explicaciones acerca de lo importante que es proteger nuestros datos personales, o bien, explicaciones de las resoluciones (que a veces se adjuntan completas) y que más bien, parecen para un público un poco más especializado, que tal vez no seremos nosotros -que solo buscamos un momento de distracción-. En no pocas ocasiones, este tipo de situaciones pasan desapercibidas hasta que somos víctimas de robo de identidad, alguna extorsión o una estafa.
En este sentido cabe preguntarnos al menos dos cosas. La primera, la razón por la que optamos por la indiferencia ante la violación de la privacidad, que se arraiga en una compleja red de factores. La omnipresencia de la tecnología ha normalizado la vigilancia, desensibilizando a muchos ante la vulneración de sus datos personales. La complejidad de las políticas de privacidad y los algoritmos opacos genera una sensación de impotencia, alimentando la resignación. Además, la gratificación inmediata de los servicios digitales y la falta de consecuencias tangibles de la pérdida de privacidad fomentan una actitud apática e incluso, indolente. A esto se suma la polarización social, que fragmenta la empatía y dificulta la acción colectiva en defensa de un derecho fundamental.
La falta de involucramiento nos aísla de nuestra comunidad. Nos desconectamos de los problemas que nos afectan a todos, como la pobreza, la desigualdad, la violencia, la inseguridad y el cambio climático. Nos volvemos indiferentes al sufrimiento de los demás, perdiendo nuestra capacidad de empatía y solidaridad.
Pero la segunda es igualmente preocupante. ¿Qué pasó con el trabajo de los organismos garantes? ¿Fue acaso incapacidad de transmitir e incluso educar al pueblo mexicano? ¿De “conectar”, empatizar? Por que los festivales, las fotos, los congresos o simposios, salvo muy honrosas excepciones, siempre iban dirigidos a cualquier público distinto a lo que han dado por llamar “el ciudadano de a pie”. O como dirían los políticos en este momento histórico, “el pueblo bueno”, ese que difícilmente, con la pobre comunicación de los “expertos” y además con pocos recursos a la mano, comprendió la importancia de un andamiaje institucional como el que logró crearse en materia de transparencia y protección de datos personales. Tal vez eso explique la indiferencia en su defensa.
No cabe duda que asistimos y en gran mayoría, las y los mexicanos solo estamos meramente atestiguando los cambios estructurales que nuestro país esta viviendo. En ese sentido, claro que vivimos una transformación. No sé cuál. Pero bien haríamos en hacer a un lado esa indiferencia, para al menos intentar entender cómo afectarán al ejercicio y garantía de nuestros derechos fundamentales.
No involucrarse en la vida del país también tiene un costo personal. Cuando nos alejamos de los asuntos públicos, renunciamos a nuestro derecho a ser escuchados y a contribuir al bienestar de nuestra sociedad. Nos convertimos en meros espectadores de nuestro propio destino, sin voz ni voto. En un mundo cada vez más interconectado, los problemas que enfrentamos son complejos y requieren soluciones colectivas. La participación ciudadana es esencial para construir un futuro más justo, próspero y sostenible para todos. No podemos permitirnos el lujo de la indiferencia.
Es hora de despertar de la apatía y asumir nuestra responsabilidad como mexicanos. Involucrémonos en los asuntos públicos, hagamos oír nuestra voz, exijamos transparencia y rendición de cuentas. Solo así podremos construir el país que queremos y merecemos.
Sobre la autora
Ana Olvera es profesora investigadora de tiempo completo en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, con intereses en privacidad, bioética y neuroderechos.
-
Jalisco28 marzo 2025
Parodia de Brozo y Loret es una ofensa: Guerreros Buscadores de Jalisco
-
ZMG27 marzo 2025
Así será la final de La Voz Zapopan 2025
-
ZMG27 marzo 2025
Conoce a los cuatro lomitos que esperan ser adoptados en Tlaquepaque
-
Nacional27 marzo 2025
México responderá a aranceles de Trump después del 2 de abril: Sheinbaum