Opinión
¿Qué proyecta Filma Jalisco?

Apreciable lector/a, le comparto que disfruto mucho ir al cine. La magia que se produce dentro de una sala es una suerte de experiencia inmersiva que provoca que uno se sienta dentro de la película. Cuando no hay una oferta atractiva en cartelera, a veces me quedo en casa y utilizo una de las plataformas de streaming para elegir una película o serie. El punto es que me complace que me cuenten una buena historia. Sin embargo, le confieso que cuando ofertan material mexicano, ya sea en el cine o en casa, sinceramente, casi en automático, lo descarto. No se trata de malinchismo, sino que, desde hace tiempo, percibo que el cine mexicano está sustraído por un sector que se beneficia del recurso público.
Déjeme explicarme. Regularmente, vemos a los mismos actores, directores, productores, entre otros, en la pantalla grande o en la que está en la sala de su casa; a pesar de ello, lo verdaderamente problemático es el tipo de historias que nos quieren contar, depositan un mensaje peligroso a la sociedad que, de por sí, solo busca entretenimiento sin detenerse a reflexionar si este producto cultural, llámese película o serie, le produce algún bien cultural. Ojo, no me malentienda, estoy seguro de que hay producciones de calidad que conjuntan la forma y el fondo, no obstante, son estos agentes que acaparan los reflectores y, por desgracia, no generan el impacto esperado, puesto que no hay un efectivo ejercicio de promoción y distribución, lo cual lleva a preguntarme: ¿Para quiénes se produce el cine mexicano? ¿Quién rinde cuentas de cómo se invierte el recurso público en la industria cinematográfica? ¿Nosotros, los consumidores, sacamos algo bueno de lo que nos enjaretan en las salas de cine o en nuestras propias casas? ¿Por qué no tienen más luz aquellas películas que pasan desapercibidas?
Sé que el consumo cultural y las experiencias estéticas son subjetivas, esto quiere decir que cuando el sujeto se encuentra íntimamente con una obra de arte u otra manifestación cultural, este le dota de un significado particular, puesto que lo relaciona con algún aspecto específico de su vida y contexto, ya sea con un sentimiento o una sensación, le despierta una emoción, estimula la memoria sobre algo o alguien especial, es decir, se siente identificado por múltiples motivos. Lo anterior pretende justificar el hecho de que cada persona ve y escucha lo que le plazca, pero es importante subrayar algunas cuestiones, entre ellas, nosotros, como público consumidor de productos y servicios culturales, merecemos un trato digno; no me parece justo que nos quieran ver la cara, mucho menos cuando se trata de recursos públicos que se (mal)invierten en la producción de películas que quedan en el olvido, algunos (la minoría) salen beneficiados sin importar en qué termina el material cinematográfico y que, encima de ello, difunden un mensaje que perpetúa las estructuras que mantienen las desigualdades sociales, no solo en materia económica, sino que caen en un tratamiento banal y estereotípico de diversos temas, o sea, caen en lugares comunes que aluden al clasismo, al racismo, la homofobia, la misoginia, la xenofobia, la gordofobia, entre otras. Si me permite la analogía, ver películas del cine mexicano actual es casi equivalente a comer comida chatarra, y, por lo menos para su servidor, me frustra saber que el dinero público se desperdicia en tener a los Derbez, los Omar Chaparro, los Mauricio Ochmann, los Michel Franco, las Martha Higareda y a todo ese séquito en cada filme cuya historia es inverosímil. Mi intención no es ponerme exquisito con mis gustos cinematográficos, se trata de contar buenas historias y que los recursos públicos tengan ese destino.
Le cuento todo lo anterior por dos razones: la primera es que en la columna anterior le decía que las industrias culturales y creativas, siendo la cinematográfica y audiovisual parte de ellas, traen beneficios al desarrollo y crecimiento económico porque incide directamente al PIB, pero que en México, las instituciones débiles y las políticas públicas ineficientes han impedido que haya un verdadero progreso del sector cultural, casi siempre son las grandes empresas y ciertas figuras públicas, como en el caso del cine mexicano, salen victoriosos en una carrera que empiezan con ventajas claras por su estatus privilegiado; la segunda razón, vinculada con la anterior, se debe a que recientemente se lanzó el programa Filma Jalisco, con el cual se pretende fortalecer la cadena de valor de la industria cinematográfica de Jalisco y se convierta en el hub del séptimo arte más importante de México y Latinoamérica. Tomamos dicho programa y lo colocamos dentro de un marco que muestra una industria dominada por algunos, es decir que llegará el momento de evaluar si las y los productores, directores, guionistas, actores y actrices, y demás, encuentran en esta iniciativa política una verdadera oportunidad de desarrollo y profesionalización.
¿En qué contexto (nacional) sale dicho programa? Según los datos del Anuario Estadístico de Cine Mexicano 2021, la versión más reciente lanzada por IMCINE el año pasado, en voz de María Novaro, Directora General del Instituto, nos dice a grandes rasgos que “da cuenta cabal (el anuario) de una reactivación económica de la producción cinematográfica en el 2021 (…), después del desplome económico de la producción y exhibición en salas en el 2020”, añade también que “Damos cuenta también de que el 56% del cine mexicano del 2021 pudo ser realizado con apoyos públicos, y de ahí la importancia de no detener los apoyos al cine”. Adicionalmente, el anuario expone la producción de 259 largometrajes, lo cual denota un aumento significativo en comparación con el 2020, año de la pandemia, con un total de 111 películas producidas. Es decir, Filma Jalisco aparece en la escena de una supuesta recuperación de la industria fílmica al ver un incremento en el porcentaje de producciones cinematográficas nacionales y que, aunado a ello, se usa el recurso público para la realización de las películas. Eso puede pintar un panorama alentador porque, desde lo cuantitativo, es evidente cómo la industria retoma un buen camino, pero, desde lo cualitativo, me surgen varias dudas.
Las estadísticas arrojan datos que pueden interpretarse a conveniencia, o simplemente “dejar que hablen por sí solos”, pero no podemos realizar un análisis dejando a un lado la experiencia y su significación, o sea, ¿esta “esperanzadora” y productiva alza representa un verdadero bien cultural o solo es un instrumento de entretenimiento popular que beneficia a unos cuantos? Considero que México es uno de los países donde más se consume cine. Según el anuario, se registraron 341 millones de personas en salas de cine en el último año, sin considerar las plataformas de streaming, aunque solo 35.2 millones fueron a ver filmes mexicanos. De modo que se producen relativamente muchas películas mexicanas, pero no todas han sido redituables en taquilla, aunado a que gran parte de esas producciones no llegan siquiera a estrenarse, a pesar de haber contado con el apoyo de programas y políticas culturales del Estado. Justo aquí es donde coloco en la óptica el programa Filma Jalisco. ¿Cuál es el destino de esas películas? ¿Qué pasa con esas inversiones? ¿Quién da seguimiento al desarrollo de las carreras profesionales de quienes forman parte del ámbito cinematográfico? ¿Qué refleja el escaso consumo de cine nacional? Y de lo que se produce y consume, ¿con qué calidad están haciendo esas películas?
Se mencionó que la producción fílmica en México aumentó, eso no se cuestiona porque es un dato reflejado en el anuario, pero subrayo otro aspecto llamativo; son las películas del género “comedia romántica” las que han tenido ese aparente éxito comercial y no es una cuestión aislada porque se vincula con las y los artistas referidos en párrafos anteriores, quienes, a su vez, pertenecen a las dos cadenas de televisión dominantes en nuestro país. Esto nos dirige a deducir que los fideicomisos y recursos destinados a la producción cinematográfica estén en manos de esos personajes. Si no, explíqueme cómo es que constantemente vemos a Mauricio Ochmann o la dinastía Derbez, por mencionar algunos, aparecer en tres o hasta cuatro películas en un mismo año. El director Ulises Castillo declaró no hace mucho que obtener recursos para la producción de una película en México no es tarea sencilla. Él, así como muchos otros, constantemente se encuentran participando en las diferentes convocatorias de IMCINE, por ejemplo, con el propósito de realizar su proyecto fílmico. Quizás esta sea la razón por la cual hemos dicho que esta es la industria creativa, es decir, la mayoría de directores y productores deben buscar alternativas creativas para procurar fondos como donaciones, patrocinios, fondeadoras y demás para conseguir los recursos suficientes, aunado a que deben contar con un aparato mercadológico y publicitario efectivo para estar en las salas de cine y tratar de recuperar lo invertido y, con algo de suerte, generar ganancias.
Filma Jalisco se posiciona ante esta situación, obviamente, priorizando a quienes viven en el estado, pero no cierra las puertas a creativos de otras partes del país. Este programa, según el Congreso del Estado de Jalisco, tiene el objetivo de promover las producción, distribución, comercialización y exhibición de cine mexicano (jalisciense en lo particular), así como su rescate y preservación, procurando el estudio y atención de los asuntos relativos a la integración, fomento y desarrollo de la industria cinematográfica de Jalisco. Con base en las recientes reformas a la Ley de Filmaciones del Estado de Jalisco y a la Ley Orgánica de la Agencia Estatal de Entretenimiento de Jalisco, ahora se deben garantizar recursos para el fondo Filma Jalisco, cuyos servicios son: Apoyo Económico por medio de convocatoria, Gestión de locaciones, Trámite de permisos, Información y asesoría, Vinculación con prestadores de servicios o instituciones gubernamentales y Directorio de profesionales de la industria.
A partir de lo establecido por estas reformas, se instaura el catálogo de instrumentos y mecanismos de planeación, fomento y promoción para el desarrollo de obras cinematográficas, audiovisuales y otras que pertenezcan a distintas manifestaciones de las industrias culturales y creativas, con capacidad de impulsarlas y fortalecerlas, asimismo, se pretende simplificar procedimientos y trámites administrativos necesarios en coordinación con autoridades de los tres niveles de gobierno. La visión en este programa es que Jalisco se consolide como una entidad atractiva para la industria local, regional, nacional e internacionalmente. Incluso, Gustavo Staufert, Director de la Oficina de Visitantes y Convenciones de Guadalajara, refiere que Jalisco ocupa el segundo lugar a nivel nacional en producción audiovisual y cinematográfica, y el segundo más buscado en Latinoamérica, también el Anuario Estadístico de IMCINE muestra que la diversidad que posee este estado, permite que haya un desarrollo importante y que se espera un efecto similar al que tuvo la industria tecnológica.
En el papel, todo se orienta a que el apoyo a la industria cinematográfica conllevará estímulos en el desarrollo económico y generará empleos formales directos e indirectos. De acuerdo con la Agencia Estatal de Entretenimiento de Jalisco, se proyecta que, para el presente año, haya un incremento en la cantidad de producciones que posicionarán a la entidad como sede de trabajo, acentuando que, a diferencia del año pasado, cuando se proyectó el desarrollo de 10 filmaciones, ahora estén en puerta 8 realizaciones de largometrajes, 2 series y alrededor de 40 trámites de 40 producciones diversas.
Bien se dice que “del dicho al hecho, hay mucho trecho”, pues el planteamiento de Filma Jalisco luce esperanzador para los productores y directores independientes, para aquellos y aquellas estudiantes de cine, artes audiovisuales y ciencias de la comunicación, entre otras carreras creativas, puede abrirse una oportunidad única en sus carreras profesionales y materializar sus sueños, no obstante, no hay que perder de vista las otras realidades, es decir, hacer cine en México es poco rentable, salvo para una minoría que comienza esta carrera con ventajas. No se ha consolidado una industria cinematográfica autosustentable, que tenga retorno de inversión y genere ganancias, así como un bien cultural en el público consumidor. Aproximadamente, el 3% de lo que a través de IMCINE se produce logra recaudar en taquillas el 1 o máximo 2 % sobre lo invertido, un panorama complejo, pero que, Dios mediante, Filma Jalisco sea un programa que ayude a las personas que pertenecen a la industria, y no solo refiriéndome a directores, guionistas, actores, fotógrafos y demás, sino a todas las personas que pueden salir beneficiadas en la filmación de una película.
En conclusión, el cine mexicano no vive una época de oro, como aquella del siglo XX. Es innegable que hay buen cine nacional, y ni hablar de los más importantes que hoy, de cierto modo, nos abanderan como el caso de Guillermo del Toro, Alejandro González Iñárritu y Alfonso Cuarón, pero la realidad es que actualmente no hay un panorama alentador para quienes quieren desarrollarse en el mundo del cine. Reconozco que las películas banales de los Derbez y los Chaparro mantienen con vida (agonizante) la industria, pero no me parece justo ni digno ese contenido que nos enjaretan. Ojalá que Filma Jalisco se consolide y sea un programa ejemplar, que lo que indica la ley, se lleve a cabo y muchos artistas y creativos tengan la oportunidad de materializar sus sueños y de paso, nos cuenten buenas historias.
Sobre el autor
Eduardo Daniel Ramírez Silva es licenciado en Gestión Cultural por la Universidad de Guadalajara y maestro en Ciencias Humanas por la Universidad Antropológica de Guadalajara. Su labor profesional está dedicada a la educación, la investigación y divulgación de la cultura, así como a la promoción de la lectura.
Opinión
La extinción de los institutos de transparencia: ¿falta de empatía o indiferencia?

A veces, hablar de datos personales, de su protección y nuestra privacidad, resulta sumamente abstracto. Aunque incluso trabajemos con ellos, pensemos en la recepcionista de un consultorio médico o el propio profesional de la salud. O en la persona a la que le pedimos la pizza o la comida que consumiremos en ese momento.
Ahora pensemos en las veces que entramos a ciertas redes sociales, como X, Facebook o LinkedIn y encontramos explicaciones acerca de lo importante que es proteger nuestros datos personales, o bien, explicaciones de las resoluciones (que a veces se adjuntan completas) y que más bien, parecen para un público un poco más especializado, que tal vez no seremos nosotros -que solo buscamos un momento de distracción-. En no pocas ocasiones, este tipo de situaciones pasan desapercibidas hasta que somos víctimas de robo de identidad, alguna extorsión o una estafa.
En este sentido cabe preguntarnos al menos dos cosas. La primera, la razón por la que optamos por la indiferencia ante la violación de la privacidad, que se arraiga en una compleja red de factores. La omnipresencia de la tecnología ha normalizado la vigilancia, desensibilizando a muchos ante la vulneración de sus datos personales. La complejidad de las políticas de privacidad y los algoritmos opacos genera una sensación de impotencia, alimentando la resignación. Además, la gratificación inmediata de los servicios digitales y la falta de consecuencias tangibles de la pérdida de privacidad fomentan una actitud apática e incluso, indolente. A esto se suma la polarización social, que fragmenta la empatía y dificulta la acción colectiva en defensa de un derecho fundamental.
La falta de involucramiento nos aísla de nuestra comunidad. Nos desconectamos de los problemas que nos afectan a todos, como la pobreza, la desigualdad, la violencia, la inseguridad y el cambio climático. Nos volvemos indiferentes al sufrimiento de los demás, perdiendo nuestra capacidad de empatía y solidaridad.
Pero la segunda es igualmente preocupante. ¿Qué pasó con el trabajo de los organismos garantes? ¿Fue acaso incapacidad de transmitir e incluso educar al pueblo mexicano? ¿De “conectar”, empatizar? Por que los festivales, las fotos, los congresos o simposios, salvo muy honrosas excepciones, siempre iban dirigidos a cualquier público distinto a lo que han dado por llamar “el ciudadano de a pie”. O como dirían los políticos en este momento histórico, “el pueblo bueno”, ese que difícilmente, con la pobre comunicación de los “expertos” y además con pocos recursos a la mano, comprendió la importancia de un andamiaje institucional como el que logró crearse en materia de transparencia y protección de datos personales. Tal vez eso explique la indiferencia en su defensa.
No cabe duda que asistimos y en gran mayoría, las y los mexicanos solo estamos meramente atestiguando los cambios estructurales que nuestro país esta viviendo. En ese sentido, claro que vivimos una transformación. No sé cuál. Pero bien haríamos en hacer a un lado esa indiferencia, para al menos intentar entender cómo afectarán al ejercicio y garantía de nuestros derechos fundamentales.
No involucrarse en la vida del país también tiene un costo personal. Cuando nos alejamos de los asuntos públicos, renunciamos a nuestro derecho a ser escuchados y a contribuir al bienestar de nuestra sociedad. Nos convertimos en meros espectadores de nuestro propio destino, sin voz ni voto. En un mundo cada vez más interconectado, los problemas que enfrentamos son complejos y requieren soluciones colectivas. La participación ciudadana es esencial para construir un futuro más justo, próspero y sostenible para todos. No podemos permitirnos el lujo de la indiferencia.
Es hora de despertar de la apatía y asumir nuestra responsabilidad como mexicanos. Involucrémonos en los asuntos públicos, hagamos oír nuestra voz, exijamos transparencia y rendición de cuentas. Solo así podremos construir el país que queremos y merecemos.
Sobre la autora
Ana Olvera es profesora investigadora de tiempo completo en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, con intereses en privacidad, bioética y neuroderechos.
Opinión
Ley de Infancias Trans en Jalisco: ¿qué es y por qué importa?

La discusión sobre el reconocimiento legal de la identidad de género para niñas, niños y adolescentes ha cobrado especial relevancia en los últimos años, y Jalisco no es la excepción.
La iniciativa conocida como “Ley de Infancias Trans de Jalisco” surge para dar respuesta a un mandato judicial de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), la cual ordenó al Congreso estatal legislar en materia del derecho a la identidad de género autopercibida de las personas menores de edad.
El contexto legal y la obligación de legislar
Todo inició con la determinación de la SCJN en la Acción de Inconstitucionalidad 72/2022, donde declaró inválida la porción normativa del Artículo 23, fracción VIII de la Ley del Registro Civil de Jalisco que limitaba el cambio de acta de nacimiento —para el reconocimiento de la identidad de género— únicamente a personas mayores de edad.
Según el fallo, esta restricción discriminaba a quienes, siendo menores de 18 años, deseaban reconocer legalmente una identidad de género distinta a la asignada al nacer.
Aunado a ello, la Corte no solo exigió que se eliminara la restricción por edad, sino que también instó a crear un procedimiento sumario, ágil y gratuito, diseñado con perspectiva de infancia, para garantizar el acceso de niños, niñas y adolescentes trans a documentos de identidad acordes con su identidad de género.
Los puntos clave de la iniciativa
En respuesta a lo anterior, y tras varios debates y sesiones extraordinarias en el Congreso de Jalisco, la propuesta de reforma a la Ley del Registro Civil incluye:
1-. Eliminación de la restricción por mayoría de edad. Ahora se reconoce el derecho de toda persona, sin importar su edad, a solicitar una nueva acta de nacimiento para el reconocimiento de su identidad de género.
2-. Creación del Artículo 23 Bis. Se establece la figura de la representación legal para la niñez y adolescencia. Quien ejerza la patria potestad o la tutela debe firmar un consentimiento por escrito para el cambio registral.
3-. Procedimiento en caso de negativa. Si padres, madres o tutores se niegan a brindar ese consentimiento, se faculta a la Procuraduría de Protección a Niñas, Niños y Adolescentes a representarlos y a otorgar la anuencia necesaria, siempre con la premisa de salvaguardar el interés superior de la niñez.
4-. Confidencialidad de los datos. El acta de nacimiento original se resguarda, y no se hace pública salvo orden judicial o petición del propio titular, para proteger la privacidad y evitar riesgos de discriminación.
Por qué esta ley es trascendente
En el escenario internacional, diversos países —entre ellos Argentina, Uruguay y España— han avanzado en la protección de los derechos de la comunidad trans menor de edad. En todos los casos, el hilo conductor es el mismo: garantizar el libre desarrollo de la personalidad y el derecho a una identidad de género acorde con la vivencia y la dignidad de cada persona.
La Ley de Infancias Trans de Jalisco se inscribe en esta tendencia global y busca encaminar al estado hacia una mayor inclusión. Cabe subrayar que los estándares internacionales en derechos de la niñez (Convención sobre los Derechos del Niño, Observaciones Generales de la ONU, Opiniones Consultivas de la Corte Interamericana, entre otros) reconocen que ninguna persona debe ser discriminada con base en su edad o su identidad de género.
Un llamado a la empatía y la responsabilidad
Si bien el debate legislativo se ha visto marcado por posturas diversas, la esencia de la norma radica en asegurar que ninguna niña, niño o adolescente experimente exclusión por no ver reconocida su identidad de género. Detrás de estas reformas, hay historias de menores de edad que enfrentan discriminación y violencia al no poder contar con documentos oficiales que reflejen quienes son.
Más allá de la discusión jurídica, la “Ley de Infancias Trans de Jalisco” representa un avance en materia de derechos humanos. Su éxito dependerá de la responsabilidad de las autoridades encargadas de aplicar el nuevo marco legal y, sobre todo, de la voluntad colectiva de respetar y proteger la dignidad de la infancia y la adolescencia trans.
En definitiva, con esta ley, Jalisco apunta hacia una sociedad más respetuosa de la diversidad, en la que se busca que todos sus integrantes, sin importar su edad, accedan a la justicia y vean reconocidos sus derechos fundamentales.
Sobre el autor
Humberto Mendoza es un profesional comprometido en el campo del diseño y evaluación de políticas públicas en Jalisco. Es licenciado en Administración Gubernamental y Políticas Públicas Locales por la Universidad de Guadalajara con un Máster en Antropología en la Universitat Autònoma de Barcelona.