Ciudad Erótica
Es lluvia. Gotas de lluvia
Es lluvia.
Se toma su tiempo en el cuello. Emana un olor dulzón. Raro en un hombre. No es perfume. Es como oler ciruelas en mayo, se obliga a pensar poéticamente. Luego llega al pecho. Es lampiño. Moreno claro. Mordisquea una tetilla y escucha un gruñido ronco. A Mario le gusta escucharlo. Sabe que sólo hace ruidos si está realmente excitado. Por lo demás, es muy callado. Hasta cuando discuten, Mario le saca las palabras a tirabuzón al Javi.
Sus manos le recorren la espalda. Lo voltean de un tirón. Lo pone boca abajo. Mario es más fuerte, ante el aniñado cuerpo de Javi. Ya están desnudos. “Mario es un gorila. Sólo que blanco”. Así escuchó que lo describían en uno de los amplios jardines de la Universidad Jesuita. Era una morra. Una de las tantas que se ha fajado en alguna fiesta. También porque es el clásico macho ibérico de forma y fondo. Blanco y pelo negro. Es hijo de españoles nacido en Guadalajara. “Lleno de pelos, para ser tu alfombra personal, morra”. Así les dice, cuando está a punto de cogérselas. Es su chiste personal.
El ñoño del salón
Pero su especialidad es someter a los hombres. Javier era el indicado. El ñoño del salón. También el más ricachón. Es algún nieto de la familia Urrea. Y muy católica. Uno de tantos que se tienen que casar para extender la estirpe familiar.
Pero Mario no tiene intención de hacerle un hijo. Sólo de quitarle lo apretado, por fin. Le recorre a besos la espalda y llega a sus nalgas. Las muerde con deleite. Dirían los textos clásicos que estudia en literatura. Javi gruñe más. Con la lengua empieza la exploración. Si las dos familias vieran esto. Si vieran a los dos chicos bien, explorarse como dos modernas “Jezabeles”. Su miembro suelta líquido de sólo pensarlo. Ahora Mario gruñe de placer. También las nalgas del Javi saben a ciruelas. Se aplica a fondo con la lengua.
Están en una cabaña en Mazamitla. Solos. En la ventana, repiquetea la lluvia tenue. Los otros amigos se quedaron en un restaurante del pueblo, mientras ven pasar las horas de sábado entre chelas y mezcales. Todos son de la misma generación de la escuela. Diferentes carreras, papás de apellido. Javi dijo que iba a la cabaña a tomar una aspirina.
– Me duele la cabeza–, Javi le susurra a su novia, bajito, – Ahorita vengo –. Mario adivinó que se iba a escabullir y dejar a Renata en su eterno monólogo. Él también le dijo a su ligue del fin de semana que iba a darse un baño.
– Para estar bien fresco para ti –, dijo Mario. Ella se imaginó que esa noche no cenarían con los demás, que Mario le daría una noche intensa. Quizás hasta lo dejaría venirse dentro de ella.
Javi está buscando en su maleta. Escucha que tocan. Abre y el Mario le dice:
– ¿Qué pedo wey, todo bien? –, mientras lo empuja hacia adentro.
No es el primer encuentro
Javi sabe por qué Mario no para de seguirlo. La primera vez que lo persiguió el blanco gorila fue en el baño de casa de Renata. Fingió que estaba pedo y le pidió ayuda para no “güacarear la pinche alfombra”. Renata también lo ayudó y los dejó solos. Javi lo sentó en el water y le preguntó si quería agua. Mario se levantó de un salto y lo besó. Le metió la lengua y todo. Javi no lo rechazó. Mario sintió la erección del Javi. Le bajó la cremallera. Lo sintió.
– ¿Que no te acabas de coger a la amiga de Renata? –, le dijo Javi, sin aliento, tras el volcánico beso.
– Sí. Pero aún tengo ganas –, le decía Mario mientras le besaba, por primera vez el cuello. «Las ciruelas”. Mario aun olía a perfume de morra. Javi sabía al labial de Renata. En veinte minutos se fajaron, con los pantalones abajo, y de pie. Sin hacer ruido.
Llevan tres meses de estira y afloja. Se ven en la cafetería y mientras llegan los demás, discuten. Javi no sabe qué pedo. Mario sí:
– Wey, se trata de disfrutar y tú te aprietas como morra –, Javi habla de géneros y etiquetas.
Mario le manda videos porno con batos mamándosela uno a otro. Javi le dice que se tiene que casar, alguna vez. Mario sólo piensa a quien se la va a meter el siguiente “finde”. Nunca se ponen de acuerdo. Pero se escabullen a los baños y se masturban juntos. Siempre que termina, la mano de Mario acaba rebosante de semen de profundo olor dulzón del Javi. Ama ese olor.
La primera embestida de Mario hace que Javi lance un gemido fuerte.
– ¿Te lastimé? –, le pregunta.
– Síguele –, dice bajito Javi y Mario baja la cabeza para darle un beso a media espalda.
Quizás está enamorado
Empieza con ritmo a poseer al Javi. Sus cuerpos sudan a pesar del frío del cuarto. Javi gime casi tan alto como para que se escuche si alguien se acerca a la puerta de la cabaña. Mario se excita tanto que también lanza de su ronco y velludo pecho un bramido. Son dos jóvenes que se mueven como en una coreografía digna de que la disfrutara Platón que amaba ese tipo de cuerpos. De amor. En menos de media hora se han corrido dos veces, cada uno. Mario está tan excitado que le besó los pies. Quizás está enamorado. Javi se la mamó hasta que se vino en su boca. “Sabe raro”, pensó.
Se lavan apresuradamente. Regresan y la mesa de amigos sigue con sus banales charlas superpuestas. Javi le da un beso a Renata y ella apenas reacciona.
– Hola, ¿te tomaste la aspirina? –, él asiente.
Mario se sienta al otro lado de la mesa y le agarra la pierna a la morra en turno. Ella le sonríe.
– Hueles a ciruelas –, le dice ella.
Juan S. Álvarez Ciudad Erótica Crónica erótica gay
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