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Opinión

Hacia una paridad de género real en la política

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Primero, que la paridad de género en la política es un derecho que debe ser garantizado por el Estado. Los derechos de las y los ciudadanos no son estáticos. No nos cayeron del cielo o ya estaban ahí cuando decidimos fundar el país. Por el contrario, los derechos son el resultado de una negociación constante entre grupos políticos. Para unos los derechos deberían ser de una cierta forma, mientras que para otros los derechos deberían ser diferentes. Hace tan sólo veinte años era imposible pensar en que la paridad de género en la política sería un derecho de las mujeres. Pero hoy estamos cada vez más cerca de un reconocimiento, casi generalizado, de que el ocupar el cincuenta por ciento de las posiciones políticas es un derecho, y que el Estado debe intervenir para garantizar su cumplimiento.

Recientemente se aprobaron los lineamientos del Instituto Electoral y de Participación Ciudadana de Jalisco para garantizar la paridad de género en las elecciones locales del 2018. El propósito de los lineamientos es que los partidos políticos definan sus candidaturas a través del principio de paridad horizontal. Este principio busca que las mujeres ya no sean registradas deliberadamente en candidaturas que los partidos dan por perdidas de antemano. La aprobación de estos lineamientos no es casualidad, sino el resultado de un movimiento social que ha trabajado por más de una década para influir en el entendimiento de tres factores.

Primero, que la paridad de género en la política es un derecho que debe ser garantizado por el Estado. Los derechos de las y los ciudadanos no son estáticos. No nos cayeron del cielo o ya estaban ahí cuando decidimos fundar el país. Por el contrario, los derechos son el resultado de una negociación constante entre grupos políticos. Para unos los derechos deberían ser de una cierta forma, mientras que para otros los derechos deberían ser diferentes. Hace tan sólo veinte años era imposible pensar en que la paridad de género en la política sería un derecho de las mujeres. Pero hoy estamos cada vez más cerca de un reconocimiento, casi generalizado, de que el ocupar el cincuenta por ciento de las posiciones políticas es un derecho, y que el Estado debe intervenir para garantizar su cumplimiento.

Segundo, que las reglas actuales por sí solas no serán suficientes para lograr la paridad de género. Durante los últimos diez años se han implementado diversas reformas electorales para alcanzar la paridad. Sin embargo, los partidos políticos siempre han encontrado la forma de darle la vuelta a las nuevas regulaciones. La aplicación de las reglas electorales ha demostrado que, aún a pesar de las reformas, todavía no existen condiciones para que las mujeres compitan con las mismas oportunidades que los hombres. El movimiento social a favor de la paridad de género ha sido muy exitoso en exhibir la falta de equidad en las contiendas internas por las candidaturas.

Elecciones, rumbo al 2018

 

Tercero, que la acción afirmativa es el mejor camino para alcanzar la paridad de género en la política. El movimiento social ha logrado hacer entender a las y los actores políticos que la única forma de alcanzar la paridad de género será a través de acciones afirmativas: políticas o regulaciones que favorecen a los miembros de los grupos sociales que sufren o han sufrido algún tipo de discriminación. Los lineamientos para la paridad horizontal pueden ser entendidos como una acción afirmativa que busca disminuir la discriminación y brindar equidad en la contienda interna de los partidos políticos.

Se puede hacer el argumento de que aún sin acciones afirmativas cualquier mujer que se lo proponga, y que esté dispuesta a competir en igualdad de condiciones con los hombres, puede acceder a los puestos de representación política. Que las mujeres también tienen que trabajar por conseguir las candidaturas y los cargos, al igual que los hombres. Que a los hombres que se meten a la política nadie les regala nada, y que han trabajado mucho para llegar a donde están. Pero este argumento es engañoso porque supone que efectivamente existe igualdad de condiciones entre hombres y mujeres para competir en la política.

El problema es que este supuesto no siempre se cumple. Existen circunstancias históricas por las cuales las mujeres simplemente no están en igualdad de condiciones frente a los hombres para participar en la política. Los roles de género en la vida social y económica, por ejemplo, son un gran obstáculo. Hemos aceptado como algo natural la existencia de una división del trabajo entre los sexos. Por un lado, vemos bien que los hombres se dediquen de tiempo completo a trabajar en el mercado laboral. Esperamos que sean proveedores exitosos, pero sin ir más allá en sus responsabilidades con el hogar. En cambio, hemos aceptado la idea de que el trabajo del hogar, así como el cuidado de niños y ancianos, le corresponde a las mujeres. Vemos muy mal que una mujer se olvide por completo de su hogar para dedicarse de tiempo completo a trabajar en el mercado laboral. Esta división del trabajo mediada por el sexo implica una gran desventaja para las mujeres, quienes tienen que trabajar doble si aspiran a tener una carrera en la política. Los hombres, en cambio, se pueden dedicar de tiempo completo a su carrera política y todos lo vemos bien.

El concepto de ‘igualdad de condiciones’ es muy atractivo y, precisamente por ello, también es muy peligroso. La igualdad es un valor muy importante en nuestra sociedad. Nos gusta pensarnos iguales. Aspiramos a que todos seamos iguales. Pero creer que todos somos iguales en un escenario en el que las mujeres están en clara desventaja para participar en la política no es más que perpetuar la desigualdad. En escenarios de desventaja la igualdad no es suficiente, la igualdad no es sinónimo de algo ‘justo’. En estos escenarios hay que ir más allá de la igualdad y realizar acciones concretas para sacar a los oprimidos de su condición de desventaja. Por eso la necesidad de las acciones afirmativas. Porque desafortunadamente no existe tal cosa como la ‘igualdad de condiciones’ entre hombres y mujeres para participar en la política. Tenemos que nivelar la cancha.

Los lineamientos para la selección de candidatos con base en el principio de paridad horizontal comenzarán a ser aplicados a partir del proceso electoral del 2018. Ciertamente los lineamientos van a desestabilizar el curso normal de las elecciones, uno en que los hombres con poder tratarán de imponerse para apropiarse de los espacios de representación popular. Exhortemos a los dirigentes de los partidos a ver el significado profundo de los lineamientos, que cumplen una función importante en el cumplimiento de un derecho de las mujeres, y que los hagan respetar.

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Ojo, así se roban tus datos personales

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Columna de Ana Olvera sobre el robo de datos personales

Estimado lector, para mí es un privilegio volver a escribir estas líneas luego de una muy larga ausencia. Sin embargo volveremos a encontrarnos en esta columna cada quincena, analizando los temas de actualidad relacionados con la protección de nuestros datos personales y la privacidad que acontecen tanto en nuestro País como en el mundo.

Evidentemente no podemos dejar de comentar lo sucedido en días pasados en Guadalajara, donde existía -y seguramente siguen existiendo- un call center debidamente instalado para llevar a  cabo extorsiones que se extendían no solo al resto de Jalisco, sino hasta a otros veinte estados más de nuestra República, afectando a más de 26 mil personas con llamadas fraudulentas y extorsiones.

Afortunadamente se desmanteló y según declaraciones oficiales se están realizando colaboraciones con instituciones de las demás entidades afectadas, para descubrir a todas las víctimas y por supuesto, invitarlas a denunciar, lo que resulta en una tarea titánica para las autoridades; pero al parecer no lo fue para aquellos cuyo modus vivendi consistía en realizar este tipo de nada honrosas actividades.

Datos personales de los afectados

En ese sentido caben muchas reflexiones, pero la primera es preguntarnos de dónde obtenían la materia prima, es decir, los datos personales de aquellos afectados. Aunque las respuestas pueden variar, quiero que centremos nuestra atención en dos fuentes principales.

La primera y la originaria por excelencia siempre seremos, desafortunadamente, Usted y yo, querido lector. Es decir, nosotros como titulares, dueños de esos datos personales que elegimos, muchas veces sin pararnos a reflexionar en ello, a quién, cómo y para qué le compartimos esta importantísima información.

Y digo que muchas veces sin reflexionarlo lo suficiente, porque participamos a otras personas de manera voluntaria, para poder obtener un bien o servicio; para pedir nuestros alimentos cuando no tenemos tiempo de prepararlos en casa; al inscribirnos a un curso o a nuestros hijos a la escuela, por citar ejemplos cotidianos. Pero también lo hacemos de manera involuntaria, por ejemplo cuando descargamos aplicaciones en nuestro teléfono inteligente o tableta y compartimos datos que no son necesarios; cuando somos poco discretos en una conversación o bien, ¿cuántas veces no hemos tirado a la basura documentación que contiene nuestro nombre u otros datos más sensibles, como nuestra CLABE interbancaria? Seguramente, muchas veces.

Ignoramos el valor de nuestros datos

La segunda causa de obtención de esta información es por medio de aquellos que manejan datos personales, es decir, los responsables si son particulares, o bien los sujetos obligados de orden público. Según me ha tocado atestiguar, parece que cuando la información no nos pertenece, dejamos de tener cuidado en su manejo. Se despersonaliza y solo vemos números, estadísticas, pero olvidamos que detrás de esas cifras, direcciones o palabras, se encuentra una persona que puede verse perjudicada por nuestro descuido de custodia de la información durante el ciclo de vida de los datos personales.

En fin, aunque difícilmente sabremos cómo se obtuvo esa información, es una realidad que decenas de miles de personas se vieron seriamente perjudicadas no solo en su patrimonio, sino muy seguramente hasta en su tranquilidad diaria, por este tipo de acciones ilegales. La invitación es a que le demos la importancia debida a esta información que es tan importante. La que nada más y nada menos, nos hace únicos y nos permite interactuar con el resto de quienes nos rodean. Si tenemos conciencia de la importancia de nuestros datos personales, seguramente nos daremos cuenta de la relevancia que también tiene la información relativa a otras personas. 

La tarea primordial

En un entorno tan cambiante como el que vive nuestro mundo y especialmente, nuestro Estado de Derecho, la tarea primordial con la que contamos es velar porque nuestros derechos a la protección de datos personales y la privacidad no sean violentados y es más, que puedan ser garantizados, sobre todo ante la inminente desaparición de los Órganos Garantes en la materia, de lo que hablaremos en nuestra próxima entrega.

Sobre la autora

Ana Olvera es profesora investigadora de tiempo completo en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, con intereses en privacidad, bioética y neuroderechos.

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La extinción de los institutos de transparencia: ¿falta de empatía o indiferencia?

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A veces, hablar de datos personales, de su protección y nuestra privacidad, resulta sumamente abstracto. Aunque incluso trabajemos con ellos, pensemos en la recepcionista de un consultorio médico o el propio profesional de la salud. O en la persona a la que le pedimos la pizza o la comida que consumiremos en ese momento.

Ahora pensemos en las veces que entramos a ciertas redes sociales, como X, Facebook o LinkedIn y encontramos explicaciones acerca de lo importante que es proteger nuestros datos personales, o bien, explicaciones de las resoluciones (que a veces se adjuntan completas) y que más bien, parecen para un público un poco más especializado, que tal vez no seremos nosotros -que solo buscamos un momento de distracción-. En no pocas ocasiones, este tipo de situaciones pasan desapercibidas hasta que somos víctimas de robo de identidad, alguna extorsión o una estafa.

En este sentido cabe preguntarnos al menos dos cosas. La primera, la razón por la que optamos por la indiferencia ante la violación de la privacidad, que se arraiga en una compleja red de factores. La omnipresencia de la tecnología ha normalizado la vigilancia, desensibilizando a muchos ante la vulneración de sus datos personales. La complejidad de las políticas de privacidad y los algoritmos opacos genera una sensación de impotencia, alimentando la resignación. Además, la gratificación inmediata de los servicios digitales y la falta de consecuencias tangibles de la pérdida de privacidad fomentan una actitud apática e incluso, indolente. A esto se suma la polarización social, que fragmenta la empatía y dificulta la acción colectiva en defensa de un derecho fundamental.

La falta de involucramiento nos aísla de nuestra comunidad. Nos desconectamos de los problemas que nos afectan a todos, como la pobreza, la desigualdad, la violencia, la inseguridad y el cambio climático. Nos volvemos indiferentes al sufrimiento de los demás, perdiendo nuestra capacidad de empatía y solidaridad.

Pero la segunda es igualmente preocupante. ¿Qué pasó con el trabajo de los organismos garantes? ¿Fue acaso incapacidad de transmitir e incluso educar al pueblo mexicano? ¿De “conectar”, empatizar? Por que los festivales, las fotos, los congresos o simposios, salvo muy honrosas excepciones, siempre iban dirigidos a cualquier público distinto a lo que han dado por llamar “el ciudadano de a pie”. O como dirían los políticos en este momento histórico, “el pueblo bueno”, ese que difícilmente, con la pobre comunicación de los “expertos” y además con pocos recursos a la mano, comprendió la importancia de un andamiaje institucional como el que logró crearse en materia de transparencia y protección de datos personales. Tal vez eso explique la indiferencia en su defensa.

No cabe duda que asistimos y en gran mayoría, las y los mexicanos solo estamos meramente atestiguando los cambios estructurales que nuestro país esta viviendo. En ese sentido, claro que vivimos una transformación. No sé cuál. Pero bien haríamos en hacer a un lado esa indiferencia, para al menos intentar entender cómo afectarán al ejercicio y garantía de nuestros derechos fundamentales.

No involucrarse en la vida del país también tiene un costo personal. Cuando nos alejamos de los asuntos públicos, renunciamos a nuestro derecho a ser escuchados y a contribuir al bienestar de nuestra sociedad. Nos convertimos en meros espectadores de nuestro propio destino, sin voz ni voto. En un mundo cada vez más interconectado, los problemas que enfrentamos son complejos y requieren soluciones colectivas. La participación ciudadana es esencial para construir un futuro más justo, próspero y sostenible para todos. No podemos permitirnos el lujo de la indiferencia.

Es hora de despertar de la apatía y asumir nuestra responsabilidad como mexicanos. Involucrémonos en los asuntos públicos, hagamos oír nuestra voz, exijamos transparencia y rendición de cuentas. Solo así podremos construir el país que queremos y merecemos.

Sobre la autora

Ana Olvera es profesora investigadora de tiempo completo en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, con intereses en privacidad, bioética y neuroderechos.
 

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