Opinión
¿Qué proyecta Filma Jalisco?
Apreciable lector/a, le comparto que disfruto mucho ir al cine. La magia que se produce dentro de una sala es una suerte de experiencia inmersiva que provoca que uno se sienta dentro de la película. Cuando no hay una oferta atractiva en cartelera, a veces me quedo en casa y utilizo una de las plataformas de streaming para elegir una película o serie. El punto es que me complace que me cuenten una buena historia. Sin embargo, le confieso que cuando ofertan material mexicano, ya sea en el cine o en casa, sinceramente, casi en automático, lo descarto. No se trata de malinchismo, sino que, desde hace tiempo, percibo que el cine mexicano está sustraído por un sector que se beneficia del recurso público.
Déjeme explicarme. Regularmente, vemos a los mismos actores, directores, productores, entre otros, en la pantalla grande o en la que está en la sala de su casa; a pesar de ello, lo verdaderamente problemático es el tipo de historias que nos quieren contar, depositan un mensaje peligroso a la sociedad que, de por sí, solo busca entretenimiento sin detenerse a reflexionar si este producto cultural, llámese película o serie, le produce algún bien cultural. Ojo, no me malentienda, estoy seguro de que hay producciones de calidad que conjuntan la forma y el fondo, no obstante, son estos agentes que acaparan los reflectores y, por desgracia, no generan el impacto esperado, puesto que no hay un efectivo ejercicio de promoción y distribución, lo cual lleva a preguntarme: ¿Para quiénes se produce el cine mexicano? ¿Quién rinde cuentas de cómo se invierte el recurso público en la industria cinematográfica? ¿Nosotros, los consumidores, sacamos algo bueno de lo que nos enjaretan en las salas de cine o en nuestras propias casas? ¿Por qué no tienen más luz aquellas películas que pasan desapercibidas?
Sé que el consumo cultural y las experiencias estéticas son subjetivas, esto quiere decir que cuando el sujeto se encuentra íntimamente con una obra de arte u otra manifestación cultural, este le dota de un significado particular, puesto que lo relaciona con algún aspecto específico de su vida y contexto, ya sea con un sentimiento o una sensación, le despierta una emoción, estimula la memoria sobre algo o alguien especial, es decir, se siente identificado por múltiples motivos. Lo anterior pretende justificar el hecho de que cada persona ve y escucha lo que le plazca, pero es importante subrayar algunas cuestiones, entre ellas, nosotros, como público consumidor de productos y servicios culturales, merecemos un trato digno; no me parece justo que nos quieran ver la cara, mucho menos cuando se trata de recursos públicos que se (mal)invierten en la producción de películas que quedan en el olvido, algunos (la minoría) salen beneficiados sin importar en qué termina el material cinematográfico y que, encima de ello, difunden un mensaje que perpetúa las estructuras que mantienen las desigualdades sociales, no solo en materia económica, sino que caen en un tratamiento banal y estereotípico de diversos temas, o sea, caen en lugares comunes que aluden al clasismo, al racismo, la homofobia, la misoginia, la xenofobia, la gordofobia, entre otras. Si me permite la analogía, ver películas del cine mexicano actual es casi equivalente a comer comida chatarra, y, por lo menos para su servidor, me frustra saber que el dinero público se desperdicia en tener a los Derbez, los Omar Chaparro, los Mauricio Ochmann, los Michel Franco, las Martha Higareda y a todo ese séquito en cada filme cuya historia es inverosímil. Mi intención no es ponerme exquisito con mis gustos cinematográficos, se trata de contar buenas historias y que los recursos públicos tengan ese destino.
Le cuento todo lo anterior por dos razones: la primera es que en la columna anterior le decía que las industrias culturales y creativas, siendo la cinematográfica y audiovisual parte de ellas, traen beneficios al desarrollo y crecimiento económico porque incide directamente al PIB, pero que en México, las instituciones débiles y las políticas públicas ineficientes han impedido que haya un verdadero progreso del sector cultural, casi siempre son las grandes empresas y ciertas figuras públicas, como en el caso del cine mexicano, salen victoriosos en una carrera que empiezan con ventajas claras por su estatus privilegiado; la segunda razón, vinculada con la anterior, se debe a que recientemente se lanzó el programa Filma Jalisco, con el cual se pretende fortalecer la cadena de valor de la industria cinematográfica de Jalisco y se convierta en el hub del séptimo arte más importante de México y Latinoamérica. Tomamos dicho programa y lo colocamos dentro de un marco que muestra una industria dominada por algunos, es decir que llegará el momento de evaluar si las y los productores, directores, guionistas, actores y actrices, y demás, encuentran en esta iniciativa política una verdadera oportunidad de desarrollo y profesionalización.
¿En qué contexto (nacional) sale dicho programa? Según los datos del Anuario Estadístico de Cine Mexicano 2021, la versión más reciente lanzada por IMCINE el año pasado, en voz de María Novaro, Directora General del Instituto, nos dice a grandes rasgos que “da cuenta cabal (el anuario) de una reactivación económica de la producción cinematográfica en el 2021 (…), después del desplome económico de la producción y exhibición en salas en el 2020”, añade también que “Damos cuenta también de que el 56% del cine mexicano del 2021 pudo ser realizado con apoyos públicos, y de ahí la importancia de no detener los apoyos al cine”. Adicionalmente, el anuario expone la producción de 259 largometrajes, lo cual denota un aumento significativo en comparación con el 2020, año de la pandemia, con un total de 111 películas producidas. Es decir, Filma Jalisco aparece en la escena de una supuesta recuperación de la industria fílmica al ver un incremento en el porcentaje de producciones cinematográficas nacionales y que, aunado a ello, se usa el recurso público para la realización de las películas. Eso puede pintar un panorama alentador porque, desde lo cuantitativo, es evidente cómo la industria retoma un buen camino, pero, desde lo cualitativo, me surgen varias dudas.
Las estadísticas arrojan datos que pueden interpretarse a conveniencia, o simplemente “dejar que hablen por sí solos”, pero no podemos realizar un análisis dejando a un lado la experiencia y su significación, o sea, ¿esta “esperanzadora” y productiva alza representa un verdadero bien cultural o solo es un instrumento de entretenimiento popular que beneficia a unos cuantos? Considero que México es uno de los países donde más se consume cine. Según el anuario, se registraron 341 millones de personas en salas de cine en el último año, sin considerar las plataformas de streaming, aunque solo 35.2 millones fueron a ver filmes mexicanos. De modo que se producen relativamente muchas películas mexicanas, pero no todas han sido redituables en taquilla, aunado a que gran parte de esas producciones no llegan siquiera a estrenarse, a pesar de haber contado con el apoyo de programas y políticas culturales del Estado. Justo aquí es donde coloco en la óptica el programa Filma Jalisco. ¿Cuál es el destino de esas películas? ¿Qué pasa con esas inversiones? ¿Quién da seguimiento al desarrollo de las carreras profesionales de quienes forman parte del ámbito cinematográfico? ¿Qué refleja el escaso consumo de cine nacional? Y de lo que se produce y consume, ¿con qué calidad están haciendo esas películas?
Se mencionó que la producción fílmica en México aumentó, eso no se cuestiona porque es un dato reflejado en el anuario, pero subrayo otro aspecto llamativo; son las películas del género “comedia romántica” las que han tenido ese aparente éxito comercial y no es una cuestión aislada porque se vincula con las y los artistas referidos en párrafos anteriores, quienes, a su vez, pertenecen a las dos cadenas de televisión dominantes en nuestro país. Esto nos dirige a deducir que los fideicomisos y recursos destinados a la producción cinematográfica estén en manos de esos personajes. Si no, explíqueme cómo es que constantemente vemos a Mauricio Ochmann o la dinastía Derbez, por mencionar algunos, aparecer en tres o hasta cuatro películas en un mismo año. El director Ulises Castillo declaró no hace mucho que obtener recursos para la producción de una película en México no es tarea sencilla. Él, así como muchos otros, constantemente se encuentran participando en las diferentes convocatorias de IMCINE, por ejemplo, con el propósito de realizar su proyecto fílmico. Quizás esta sea la razón por la cual hemos dicho que esta es la industria creativa, es decir, la mayoría de directores y productores deben buscar alternativas creativas para procurar fondos como donaciones, patrocinios, fondeadoras y demás para conseguir los recursos suficientes, aunado a que deben contar con un aparato mercadológico y publicitario efectivo para estar en las salas de cine y tratar de recuperar lo invertido y, con algo de suerte, generar ganancias.
Filma Jalisco se posiciona ante esta situación, obviamente, priorizando a quienes viven en el estado, pero no cierra las puertas a creativos de otras partes del país. Este programa, según el Congreso del Estado de Jalisco, tiene el objetivo de promover las producción, distribución, comercialización y exhibición de cine mexicano (jalisciense en lo particular), así como su rescate y preservación, procurando el estudio y atención de los asuntos relativos a la integración, fomento y desarrollo de la industria cinematográfica de Jalisco. Con base en las recientes reformas a la Ley de Filmaciones del Estado de Jalisco y a la Ley Orgánica de la Agencia Estatal de Entretenimiento de Jalisco, ahora se deben garantizar recursos para el fondo Filma Jalisco, cuyos servicios son: Apoyo Económico por medio de convocatoria, Gestión de locaciones, Trámite de permisos, Información y asesoría, Vinculación con prestadores de servicios o instituciones gubernamentales y Directorio de profesionales de la industria.
A partir de lo establecido por estas reformas, se instaura el catálogo de instrumentos y mecanismos de planeación, fomento y promoción para el desarrollo de obras cinematográficas, audiovisuales y otras que pertenezcan a distintas manifestaciones de las industrias culturales y creativas, con capacidad de impulsarlas y fortalecerlas, asimismo, se pretende simplificar procedimientos y trámites administrativos necesarios en coordinación con autoridades de los tres niveles de gobierno. La visión en este programa es que Jalisco se consolide como una entidad atractiva para la industria local, regional, nacional e internacionalmente. Incluso, Gustavo Staufert, Director de la Oficina de Visitantes y Convenciones de Guadalajara, refiere que Jalisco ocupa el segundo lugar a nivel nacional en producción audiovisual y cinematográfica, y el segundo más buscado en Latinoamérica, también el Anuario Estadístico de IMCINE muestra que la diversidad que posee este estado, permite que haya un desarrollo importante y que se espera un efecto similar al que tuvo la industria tecnológica.
En el papel, todo se orienta a que el apoyo a la industria cinematográfica conllevará estímulos en el desarrollo económico y generará empleos formales directos e indirectos. De acuerdo con la Agencia Estatal de Entretenimiento de Jalisco, se proyecta que, para el presente año, haya un incremento en la cantidad de producciones que posicionarán a la entidad como sede de trabajo, acentuando que, a diferencia del año pasado, cuando se proyectó el desarrollo de 10 filmaciones, ahora estén en puerta 8 realizaciones de largometrajes, 2 series y alrededor de 40 trámites de 40 producciones diversas.
Bien se dice que “del dicho al hecho, hay mucho trecho”, pues el planteamiento de Filma Jalisco luce esperanzador para los productores y directores independientes, para aquellos y aquellas estudiantes de cine, artes audiovisuales y ciencias de la comunicación, entre otras carreras creativas, puede abrirse una oportunidad única en sus carreras profesionales y materializar sus sueños, no obstante, no hay que perder de vista las otras realidades, es decir, hacer cine en México es poco rentable, salvo para una minoría que comienza esta carrera con ventajas. No se ha consolidado una industria cinematográfica autosustentable, que tenga retorno de inversión y genere ganancias, así como un bien cultural en el público consumidor. Aproximadamente, el 3% de lo que a través de IMCINE se produce logra recaudar en taquillas el 1 o máximo 2 % sobre lo invertido, un panorama complejo, pero que, Dios mediante, Filma Jalisco sea un programa que ayude a las personas que pertenecen a la industria, y no solo refiriéndome a directores, guionistas, actores, fotógrafos y demás, sino a todas las personas que pueden salir beneficiadas en la filmación de una película.
En conclusión, el cine mexicano no vive una época de oro, como aquella del siglo XX. Es innegable que hay buen cine nacional, y ni hablar de los más importantes que hoy, de cierto modo, nos abanderan como el caso de Guillermo del Toro, Alejandro González Iñárritu y Alfonso Cuarón, pero la realidad es que actualmente no hay un panorama alentador para quienes quieren desarrollarse en el mundo del cine. Reconozco que las películas banales de los Derbez y los Chaparro mantienen con vida (agonizante) la industria, pero no me parece justo ni digno ese contenido que nos enjaretan. Ojalá que Filma Jalisco se consolide y sea un programa ejemplar, que lo que indica la ley, se lleve a cabo y muchos artistas y creativos tengan la oportunidad de materializar sus sueños y de paso, nos cuenten buenas historias.
Sobre el autor
Eduardo Daniel Ramírez Silva es licenciado en Gestión Cultural por la Universidad de Guadalajara y maestro en Ciencias Humanas por la Universidad Antropológica de Guadalajara. Su labor profesional está dedicada a la educación, la investigación y divulgación de la cultura, así como a la promoción de la lectura.
Opinión
La lucha por dignificar el Congreso de Jalisco: Reflexiones sobre el libro de Mara Robles
El Libro Blanco titulado “Defender lo que se ama” es un documento que nace de la necesidad de dejar un registro claro y exhaustivo de lo que se hizo durante la legislatura de Mara Robles en el Congreso de Jalisco.
Pero es más que un informe técnico al final de una legislatura: es una invitación a que se explore una parte fundamental de la reciente historia política de Jalisco, en particular, los temas que marcaron la agenda de Mara Robles.
Entre sus páginas, se encuentran luchas tan importantes como la batalla por asegurar agua potable limpia para el área metropolitana de Guadalajara, la lucha constante por el equilibrio de poderes y otros temas esenciales para el fortalecimiento de la democracia jalisciense.
El capítulo que quiero destacar aquí, sobre la reingeniería administrativa del Congreso, es una pieza clave dentro de este relato más amplio.
No solo porque formé parte del equipo que lideró esta reforma bajo la dirección de Mara, sino porque refleja una de las mayores aspiraciones de nuestra legislatura: dignificar el poder legislativo en un contexto de desconfianza generalizada.
La lucha por reorganizar y reducir la nómina del Congreso, haciéndolo más eficiente y menos dependiente de los favores políticos, fue un desafío monumental en medio de una legislatura marcada por retos tanto internos como externos.
Este libro no solo documenta el arduo trabajo realizado, sino que lo convierte en una reflexión sobre la política en acción, sobre lo que significa hacer reformas estructurales en un entorno donde la percepción pública del Congreso está por los suelos.
Al igual que la batalla por el agua limpia o el equilibrio de poderes, la reingeniería administrativa fue un tema que tocaba los cimientos de nuestra democracia local, aunque quizás no recibiera la misma atención mediática.
La narrativa de este capítulo, titulada con la mordaz referencia “La fiesta de la insignificancia”, retoma el espíritu irónico de Milan Kundera para ilustrar las dificultades de intentar cambiar una estructura que parecía inamovible.
El Congreso de Jalisco, en ese momento, se encontraba en una situación crítica: una nómina abultada, un gasto desproporcionado en servicios personales, y una estructura organizativa desordenada que favorecía el influyentismo y el nepotismo. Nuestra misión era ponerle fin a ese caos y establecer un sistema más justo, eficiente y transparente.
La invitación a leer este capítulo es, en realidad, una invitación a conocer una parte de la historia política jalisciense que pocos quieren discutir: el desorden interno de nuestras instituciones públicas. A través de este esfuerzo, logramos realizar un diagnóstico exhaustivo con el apoyo del IMCO, que nos permitió entender la magnitud del problema.
El estudio reveló que el Congreso de Jalisco tenía una de las nóminas más caras y menos eficientes del país. Descubrimos, por ejemplo, que existía un exceso de auxiliares administrativos, que había disparidades salariales incomprensibles y que muchas adscripciones de personal no correspondían con la realidad.
A lo largo de este capítulo, se pueden encontrar detalles específicos sobre las soluciones que propusimos, desde la reducción del personal hasta la implementación de un servicio civil de carrera.
Estas propuestas, aunque encontraban resistencia, tenían como objetivo transformar una institución que, en lugar de servir al pueblo, se había convertido en una fuente de gasto innecesario.
Para mí, como parte del equipo responsable de esta reingeniería, fue un proceso de aprendizaje constante. Cada intento de reforma, cada mesa de trabajo y cada negociación nos enseñaba lo difícil que es implementar cambios estructurales en una institución que, en muchos sentidos, estaba diseñada para resistir esos mismos cambios.
Sin embargo, al leer este capítulo, no quiero que se vea solo la frustración de lo que no se logró, sino también la esperanza de lo que sí se sembró. Este libro blanco es un testimonio de las bases que dejamos para que las futuras legislaturas puedan continuar con la tarea de sanear el Congreso.
Al invitar al lector a sumergirse en este libro, también lo invito a reflexionar sobre lo que significa defender lo que se ama en el servicio público. No solo se trata de lograr victorias visibles, sino de persistir, de intentar transformar estructuras que a veces parecen impenetrables.
Así como la lucha por un agua potable limpia en Guadalajara o la búsqueda de un equilibrio de poderes son batallas fundamentales, la reingeniería administrativa del Congreso es otro frente en esa guerra por dignificar la política y hacerla realmente útil para la ciudadanía.
Es por esto que considero vital que este libro sea leído en su totalidad. No solo para entender algunos hitos políticos recientes de Jalisco, sino para valorar los esfuerzos que se han hecho, muchas veces desde la invisibilidad, para transformar las instituciones que deberían estar al servicio de todos.
Este capítulo, en particular, es una crónica de esa lucha silenciosa, y espero que, al leerlo, los ciudadanos puedan comprender mejor el trabajo que hicimos, los obstáculos que enfrentamos y, sobre todo, la importancia de no abandonar jamás la lucha por un gobierno más justo y eficiente.
Sobre el autor
Humberto Mendoza es un profesional comprometido en el campo del diseño y evaluación de políticas públicas en Jalisco. Es licenciado en Administración Gubernamental y Políticas Públicas Locales por la Universidad de Guadalajara con un Máster en Antropología en la Universitat Autònoma de Barcelona. Actualmente, lidera el Órgano Técnico de Administración y Planeación Legislativa en el Congreso de Jalisco.
Opinión
Sheinbaum: Entre la continuidad y la promesa de un nuevo rumbo
El 1 de octubre, Claudia Sheinbaum tomó protesta como la primera presidenta de México, un hecho histórico que marca un hito en la política del país. Su primer día en el cargo estuvo cargado de simbolismo, referencias al pasado inmediato y un claro mensaje de continuidad hacia el obradorismo, que definió los últimos seis años de la administración federal. Sin embargo, detrás de este telón de continuidad, Sheinbaum busca imprimir su propio sello con propuestas que, aunque enmarcadas en la narrativa de la transformación, muestran una orientación que podría significar un cambio de rumbo en algunos temas clave.
El evento de la toma de protesta estuvo dividido en dos actos principales. Primero, Sheinbaum asumió el poder en el Congreso, un momento solemne marcado por la entrega de la banda presidencial. Luego, en un evento frente a sus seguidores en el Zócalo de la Ciudad de México, delineó sus “100 compromisos” para los primeros 100 días de su gobierno. Esta lista no solo buscaba conectar con su base, sino también señalar el camino que pretende seguir en su mandato.
Pero, ¿cuál es el verdadero mensaje detrás de estos compromisos? La respuesta parece estar en la dualidad que Sheinbaum debe gestionar: mantener la herencia política de López Obrador mientras define su propio liderazgo.
Continuidad versus Cambio
Claudia Sheinbaum no rehuyó su filiación con el obradorismo. Los primeros minutos de su discurso ante el Congreso los dedicó a agradecer a su antecesor y mentor político. Sin embargo, en los detalles de sus propuestas y en la selección de los temas prioritarios, la nueva presidenta parece inclinarse hacia una agenda que busca diferenciarse. El énfasis en la igualdad sustantiva, el impulso a las energías renovables y un enfoque renovado en la primera infancia no son casualidades, sino una declaración de intenciones para reconfigurar las prioridades del gobierno.
Un aspecto que destacó en su discurso fue su compromiso con la equidad de género. Sheinbaum subrayó su condición de primera presidenta mujer, señalando que su gobierno buscará integrar la perspectiva de género en todas las políticas públicas. Hablar de feminicidios, de discriminación laboral y de políticas de apoyo a mujeres de la tercera edad no es solo una cuestión de retórica, sino un intento por diferenciarse de su predecesor, cuyo enfoque en los programas sociales para adultos mayores fue el pilar de su administración.
Por otro lado, Sheinbaum también introdujo ideas que se alejan de las prioridades tradicionales del obradorismo. Entre ellas, el impulso a la innovación tecnológica y a la creación de una infraestructura científica nacional, temas que López Obrador había dejado en un segundo plano. Con propuestas como el desarrollo de manufactura de alto valor y la creación de un satélite nacional, Sheinbaum sugiere una visión que combina el desarrollo social con el impulso al crecimiento económico.
Desafíos Financieros y Políticos
Uno de los principales retos que enfrenta la nueva presidenta es el margen financiero limitado para implementar su ambiciosa agenda. Con un presupuesto fuertemente comprometido y prioridades heredadas que consumirán gran parte del gasto público, Sheinbaum tendrá poco espacio para maniobrar en el corto plazo. Además, muchos de sus compromisos dependen de un aumento en el presupuesto destinado a áreas clave como educación e innovación, lo cual no será fácil de lograr sin enfrentar tensiones internas en su propio partido y oposición desde los sectores más conservadores.
Esta tensión se refleja en la cautela que mostró al presentar algunas de sus propuestas. Por ejemplo, al hablar de extender la pensión para mujeres a partir de los 60 años, Sheinbaum señaló que lo haría de manera progresiva, comenzando con las mujeres de 64 y bajando gradualmente la edad. Este enfoque refleja no solo una estrategia presupuestal, sino también una evaluación política de lo que será posible en los próximos meses.
Un nuevo rostro para la transformación
Sheinbaum hereda un país profundamente dividido, con retos estructurales que van más allá de la popularidad de su predecesor. La agenda ambiental, con un énfasis en energías renovables, representa una ruptura con la visión que mantuvo la administración pasada, que favoreció las energías fósiles y frenó la inversión en tecnología limpia. Si logra implementar su visión, Sheinbaum podría abrir un nuevo capítulo para México, uno en el que la sustentabilidad y el desarrollo económico no estén en conflicto.
Sin embargo, el camino no será sencillo. La continuidad con el obradorismo es un arma de doble filo: le proporciona una base leal de apoyo, pero al mismo tiempo limita su capacidad de distanciarse y de articular una nueva narrativa que capture a los sectores moderados y a la oposición. En última instancia, el éxito de Sheinbaum dependerá de su habilidad para combinar lo mejor de ambos mundos: la promesa de continuidad con la capacidad de adaptación a los nuevos desafíos.
La pregunta que queda en el aire es si, más allá de la retórica, Sheinbaum tendrá el tiempo y los recursos necesarios para redefinir la “transformación” sin romper con las expectativas del obradorismo. Solo el tiempo dirá si este equilibrio es sostenible o si, eventualmente, se verá obligada a elegir un camino distinto.
Sobre el autor
Humberto Mendoza es un profesional comprometido en el campo del diseño y evaluación de políticas públicas en Jalisco. Es licenciado en Administración Gubernamental y Políticas Públicas Locales por la Universidad de Guadalajara con un Máster en Antropología en la Universitat Autònoma de Barcelona. Actualmente, lidera el Órgano Técnico de Administración y Planeación Legislativa en el Congreso de Jalisco.
Opinión
México necesita mejores universidades públicas
El Foro sobre Evaluación en la Educación Superior, organizado por Mara Robles Villaseñor en Guadalajara, Jalisco, fue un espacio esencial para discutir uno de los temas más relevantes y menos abordados en el ámbito educativo: la evaluación en las universidades mexicanas. Este foro se vuelve particularmente importante en un contexto marcado por una serie de transformaciones institucionales.
A nivel federal, la creación de la nueva Secretaría de Educación Superior refleja un reconocimiento de la importancia estratégica de este nivel educativo, mientras que a nivel local, Jalisco se enfrenta a cambios importantes, como la renovación de la rectoría en la Universidad de Guadalajara (UdeG) y la inminente transición del gobierno estatal.
Mara Robles, en su papel como moderadora del foro, subrayó la falta de discusión sobre la evaluación en la educación superior, señalando que, a diferencia de la educación básica, donde este tema ha estado en el centro del debate público por años, las universidades han quedado relegadas a un segundo plano en términos de evaluación. Según Robles, este es el momento para que la educación superior sea evaluada desde una base técnica y académica rigurosa, elevando la calidad del debate y evitando discusiones infundadas.
La relevancia de esta discusión no puede ser subestimada, especialmente en un contexto donde las universidades y el sistema educativo en general enfrentan una serie de desafíos sociales y económicos. La evaluación, en este sentido, es una herramienta fundamental no solo para certificar la calidad académica, sino también para mejorar los procesos internos y garantizar que las universidades cumplan su rol en el desarrollo de la sociedad.
Durante el foro, se abordaron múltiples perspectivas sobre el papel de la evaluación en las universidades. Pedro Alejandro Flores Crespo propuso un enfoque centrado en el “bien común”, argumentando que la evaluación no debe reducirse a la certificación, sino que debe considerar las relaciones humanas y los procesos que ocurren dentro de la comunidad académica.
Esta visión, en medio de los cambios que enfrenta la UdeG y otras instituciones, es crucial para reorientar el sistema educativo hacia el desarrollo integral de estudiantes y docentes.
Otro de los ponentes, Felipe Martínez Rizo, destacó la importancia de evaluar el aprendizaje en el aula desde una perspectiva crítica y sofisticada. Subrayó que la evaluación no debe limitarse a los niveles más bajos del aprendizaje, como la memorización, sino que debe aspirar a medir la creación de conocimiento y el razonamiento crítico en los estudiantes .
Asimismo, Eduardo Backhoff Escudero, experto en evaluación educativa, introdujo un tema clave: la inteligencia artificial (IA) como herramienta para mejorar los procesos de evaluación. Backhoff señaló que la IA tiene el potencial de transformar la evaluación del aprendizaje al proporcionar retroalimentación en tiempo real y ofrecer una personalización más efectiva del proceso educativo. Sin embargo, también advirtió sobre la necesidad de normar su uso y formar a los docentes para evitar dependencias excesivas o malas prácticas .
Este foro no solo abrió el debate sobre la evaluación en la educación superior, sino que también dejó sobre la mesa incógnitas fundamentales que deben seguir siendo discutidas. ¿Cuál es la función esencial de las universidades en México? ¿Qué tipo de universidades públicas queremos y necesitamos para enfrentar los desafíos contemporáneos del país? Y, quizá lo más complejo, ¿cómo podemos conciliar la necesidad de una evaluación rigurosa y justa con el respeto a la autonomía universitaria? Estas preguntas son claves para entender el futuro de la educación superior en México.
El foro nos invita a reflexionar sobre cómo podemos construir un sistema educativo que no solo sea eficiente, sino que también promueva la libertad académica y sirva como motor de desarrollo social. En un contexto de cambios políticos e institucionales, estas cuestiones se vuelven aún más urgentes y, sin duda, merecen una atención constante en los debates que están por venir.
Sobre el autor
Humberto Mendoza es un profesional comprometido en el campo del diseño y evaluación de políticas públicas en Jalisco. Es licenciado en Administración Gubernamental y Políticas Públicas Locales por la Universidad de Guadalajara con un Máster en Antropología en la Universitat Autònoma de Barcelona. Actualmente, lidera el Órgano Técnico de Administración y Planeación Legislativa en el Congreso de Jalisco.
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