Las intermitencias del deshielo coreano

Las intermitencias del deshielo coreano…
Una breve cronología
Agosto de 1910: mediante el Tratado de Anexión Japón-Corea, el otrora Imperio Coreano pasa a formar parte del Japón imperial.
Agosto de 1945: al término de la Segunda Guerra Mundial, la rendición de Japón se formaliza frente a los Aliados y la península de Corea es dividida por Estados Unidos y la Unión Soviética. Se establece la línea divisoria en el paralelo 38 y surgen la República Popular Democrática de Corea (en el norte, bajo domino soviético) y la República de Corea (en el sur, bajo control estadounidense).
Noviembre de 2017: Corea del Norte lanza el Hawsong-15, considerado su misil balístico intercontinental más potente.
27 de Abril de 2018: tras más de siete décadas de tensiones, Kim Jong-un cruza la línea de demarcación y se convierte en el primer líder norcoreano en pisar el suelo de Corea del Sur, para estrechar la mano de Moon Jae-in, su presidente.
24 de mayo de 2018: El presidente Donald Trump ha cancelado la reunión programada para el 12 de junio.
En el derecho internacional existe el dogma de la igualdad jurídica de los Estados, que les otorga una simetría a todos los países miembros de la comunidad internacional. Desde su segundo artículo, por ejemplo, la Carta de las Naciones Unidas edifica su organización sobre el principio de la igualdad soberana de todos sus miembros. ¿Igualdad de iure? Absolutamente. ¿Igualdad de facto? Esa es otra historia; dependiente del contexto político, económico, social e incluso cultural de cada época.
Casi podría parecer, si uno se queda en los terrenos de la ley y los discursos, que no existen las asimetrías entre países, y que todas las crisis son producto de la inhabilidad de quienes los gobiernan. Pero la historia –ese catálogo de lecciones mal aprendidas–, nos demuestra que la realidad siempre es otra. Sin ánimos de caer en lo simplista, una de las muchas lecturas que tiene la historia universal reside en la batalla campal entre “los que tienen” y “los que no”.
En tiempos de la disuasión
La carrera armamentista de la segunda mitad del siglo pasado, es un ejemplo de la vigorosa competencia entre ambos bandos de la Guerra Fría por hacerse de la mayor cantidad de ventajas posibles. Tener y no tener, se convirtieron en dos condiciones en las que podía encontrarse un país, en medio del conflicto bipolar. Ante la carencia relativa de ciertas capacidades (económicas, militares, etc.), siempre quedaba la posibilidad de disuadir al otro mediante estrategias que le obligasen a cambiar los planes y evitar una confrontación directa.
La disuasión (la palabra del siglo XX) entre Estados Unidos y la Unión Soviética, se manifestó mediante una compleja red de acciones militares focalizadas, discursos amenazantes, pruebas nucleares y ataques indirectos donde los aliados de uno y otro bando se vieron involucrados. En esta línea, la península de Corea se volvió uno de los tantos cuadros en el gran tablero de ajedrez mundial; esa analogía predilecta de la geopolítica clásica, que aún después de la Guerra Fría pareció tomar nuevos bríos. ¿Pero a qué viene todo esto, si ya estamos en pleno siglo XXI?
Corea del Norte ha sido el blanco de las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos desde que comenzaron las hostilidades. Las disparidades económicas entre la República Popular Democrática de Corea (RPDC) y la República de Corea (RC) son abismales. La ausencia de inversión extranjera y los bloqueos en el terreno del comercio internacional, en el norte, son dos ejemplos de ello. Su aislacionismo y los señalamientos de violaciones a los derechos humanos, no hacen sino complicar su situación frente al mundo. Un ejemplo del “no tener”.
El juego nuclear
Por otro lado, en lo relativo al arsenal nuclear, las disparidades también son notorias entre la RDPC y el resto de potencias que poseen armas de este tipo. Si bien las cifras sobre su arsenal son inciertas debido a su relativo asilamiento, el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI, por sus siglas en inglés) calculó en 2017 que el gobierno de Kim Jong-un cuenta con entre 10 y 20 ojivas nucleares; a diferencia, por ejemplo, de las 7,000 que tiene Rusia o las 6,800 de Estados Unidos.

Imagen: Internet
Pese a la cantidad limitada de ojivas, el arsenal total es suficiente para que no se pierdan de vista las pruebas y ejercicios que Corea del Norte ha venido haciendo desde hace un par de años. Suficiente, también, para mantener presencia naval y aérea (mediante maniobras militares conjuntas entre Estados Unidos y Corea del Sur) en la península. Si a esto se le añade la posición estratégica que tienen ambas Coreas en la región de Asia-Pacífico, la relevancia de este conflicto se infiere fácilmente.
Volviendo a la idea de la disuasión, el académico Kepa Sodupe rescata en 1991 un concepto que la define como “el intento de reestructurar el conjunto de opciones que se ofrecen a los dirigentes de un país […] llevado a cabo por los dirigentes de otra nación […], mediante la formulación de una amenaza a sus valores fundamentales. Mediante esa reestructuración, se pretende excluir la consideración de la agresión armada”
Con esa definición en mente, ¿no quedan obsoletas las interpretaciones emanadas de la Guerra Fría, en un contexto posterior al 9/11? Parece que no, mientras las dinámicas de dicho periodo histórico continúen siendo parte de nuestra realidad.
El diplomático en sazón
Esto nos hace reflexionar sobre las opciones que el actual líder norcoreano tiene a su alcance, dadas sus capacidades limitadas. Y lo que ocurrió este año, en apenas un par de meses, es un ejemplo de ello. Para sorpresa de muchos, la relación entre ambas Coreas dio un giro inesperado, al igual que la relación de Corea del Norte y los países de la región, con apenas unas semanas de diferencia.
Y es que, de la noche a la mañana, Kim Jong-un se convirtió en un diplomático en sazón. En febrero de 2018, las delegaciones deportivas de ambos países desfilaron juntas en los Juegos Olímpicos de Invierno, bajo la bandera de la unificación coreana. Unas semanas después, el 28 de marzo, el presidente chino Xi Jinping se entrevistó con el líder norcoreano en una visita que este hizo a Pekín. Lo que parecía ser una relación cada vez más tensa entre ambos países, dio un giro sorpresivo que tiene más de una lectura.
La sorpresa fue mayor, por otro lado, después de la reunión que tuvo lugar entre el 09 y el 15 de abril (no se conoce el día exacto) entre Kim y el entonces director de la Agencia Central de Inteligencia estadounidense, Mike Pompeo (quien ahora es Secretario de Estado). Una semana después, Donald Trump anunciaba mediante un tweet (¿de qué otro modo?) que la reunión entre ambos había dejado resultados positivos, de cara a una eventual cumbre entre el líder de la RPDC y el presidente estadounidense.
Zona Desmilitarizada
Pero la contundencia rotunda la tuvo el histórico encuentro entre ambos mandatarios de la península coreana, en la llamada Zona Desmilitarizada. El 28 de abril, la prensa difundió unas imágenes sin precedentes, donde vemos a Kim Jong-un estrechar la mano de Moon Jae-in en Panmunjom. Apenas una semana antes, Corea del Norte declaraba terminados los ensayos nucleares que desde 2017 venía llevando a cabo. Si bien entonces no existían indicios que apuntaran a la desnuclearización, la declaración firmada en la jubilosa cubre entre gobernantes, compromete a ambas partes a no quitar dicho tema de la mesa y trabajar de manera conjunta para tener una península libre de armas nucleares.

Foto: EFE
La suspensión del diálogo
Las fotografías estaban tomadas, los artículos de opinión escritos y los videos del encuentro compartidos en redes sociales. Más importante aún, se definió que el 12 de junio en Singapur, se llevará a cabo el encuentro entre Donald Trump y Kim Jong-un; el primero entre un mandatario estadounidense y uno norcoreano. El optimismo perduró hasta que, la semana pasada (el 15 de mayo), Corea del Norte anunció la suspensión del diálogo con el sur.
¿La razón? Los ejercicios militares conjuntos que EE.UU. realizó con Corea del Sur. La BBC reportó por entonces que dichas maniobras involucraron cuando menos 100 aviones de combate. Si bien son comunes, Corea del Norte los interpretó como una continuación de las hostilidades. Derivado de ello, surgieron muchas voces que se ahora se preguntan si la cumbre del 12 de junio se llevará a cabo. Para entendernos mejor, el tercer mandatario de la dinastía Kim le dijo a Trump, “tampoco te creas con el monopolio de las decisiones repentinas”.
Desde cualquier ángulo que se mire, es innegable que Corea del Norte vio incrementada su capacidad de maniobra frente a un proceso de negociación con Estados Unidos que no será nada sencillo. Las intermitencias del deshielo entre ambas Coreas, nos obligan a reflexionar sobre los motivos que persigue Kim Jong-un y lo que planea conseguir en la próxima cumbre con Trump. Justo el martes 22 de mayo, Pyongyang anunció que cerrará su centro de pruebas nucleares (ubicado en Punggye-ri) entre hoy jueves 24 y mañana viernes 25 del mismo mes. Un anuncio que, dado el clima actual, ha sido recibido con escepticismo, pese a que la medida se planeó desde el encuentro en la Zona Desmilitarizada

Foto: AFP
Los motivos de Kim Jong-un
Pero, con la doctrina de la disuasión nuclear resucitada, ¿no es contradictorio que Corea del Norte desmantele su sitio de pruebas? ¿No es precisamente la posesión de armas nucleares lo que sostiene a su gobierno como negociador? Es probable que, ahora que ya se dieron por terminadas las pruebas que el régimen venía realizando desde el año pasado, el cierre de sus instalaciones sea meramente simbólico; bien podría tener como propósito el demostrar que sigue existiendo la voluntad de desnuclearizar la península, sin por ello comprometerse a dar mayores pasos en esa dirección.
¿Qué motivó a Kim Jong-un, entonces, para hacer acuerdos con sus vecinos del sur y buscar reunirse con Estados Unidos? ¿Será que las sanciones económicas son ya intolerables y no queda otra opción? Independientemente de los resultados, el líder norcoreano ya logró un bono de legitimidad al abrir el diálogo. Si la reunión con el presidente de Estados Unidos termina llevándose a cabo, Kim Jong-un habrá logrado sentarse a negociar con Trump “entre pares”. El que “no tiene”, negociando entre iguales con el que sí.
Son muchas las lecturas y todo puede suceder hasta que llegue el 12 de junio. Yo dejo un par de interrogantes: ¿Se buscarán mecanismos en esta línea para “terminar de bajar el puente” entre las dos coreas? ¿Podrá lograrse la desnuclearización de Corea del Norte, o avanzar en hacer lo propio en toda la península?
De cara al futuro
¿Y qué papel jugará China en las negociaciones, pese a no estar presente en el mismo salón que Trump y Kim, en su probable próximo encuentro? El encuentro de Xi Jinping al que me referí anteriormente, sin duda resultó ventajoso para China, en tanto que permitió hacerle saber a Estados Unidos que al gigante asiático no se le puede ignorar en todo lo que concierne a la península de Corea.
Finalmente, no está de más rescatar que este texto estuvo a punto de convertirse en una celebración del deshielo coreano. Poco faltó para que yo calificara de “cínicos” los análisis más escépticos de la renovada relación entre las dos Coreas. Pero las circunstancias decidieron obligarme a rescatar aquí el viejo dicho de “piensa mal y acertarás”. Si bien es necesario seguir reflexionando sobre la situación de la península y los mecanismos que continúan articulándose para ponerle un “final” aparente a las tensiones, no todo son malas noticias; no perdamos de vista la trascendencia de los eventos recientes y la mengua relativa de la amenaza nuclear, al menos por ahora.
24 de mayo de 2018: En la fecha de publicación de este texto, el presidente Donald Trump ha cancelado la reunión programada para el 12 de junio.
Cristian J. Vargas Díaz es licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad de Guadalajarae “intrigoso” como consecuencia. Les debe a Ray Bradbury, Juan Rulfo y Thomas Mann su gusto por la literatura y su vejez prematura. Cinéfilo y “seriéfago” enfermizo, sigue aprendiendo a escribir.
¿Por qué el PRI necesita al genio de Salinas de 1988?

En la narrativa política mexicana, Carlos Salinas de Gortari ha sido demonizado por décadas. Pero ¿y si esa historia fuera un mito? ¿Y si el PRI necesitara regresar a la frescura, la alegría y el pragmatismo tecnocrático de su sexenio para salir del coma político?
Durante más de treinta años, a los mexicanos se nos ha contado una historia de demonización que ha calado hondo en el inconsciente colectivo. Con 42 años actualmente, en 1994, yo era un niño de diez y, como la mayoría de los de mi generación, me fue imposible comprender la complejidad de lo que sucedía en el país.
Hoy, en la edad adulta, es evidente que a nuestra generación se le mintió de manera sistemática. Nos hicieron creer que Carlos Salinas de Gortari, su visión tecnocrática y la política neoliberal eran la fuente de todos los males, cuando en realidad, fueron el antídoto que salvó a México del estancamiento y nos preparó para un futuro globalizado.
La verdad, sin embargo, es que los verdaderos anacrónicos y acartonados son aquellos que han construido su carrera política sobre la base de esta mentira: Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez (los dos últimos ya se extinguieron). Ellos son los verdaderos «dinosaurios» con los que Salinas, con su frescura y modernidad, quería terminar en 1988.
Su retórica, que demoniza al neoliberalismo, es una cortina de humo que esconde una falta de visión y preparación. Critican el modelo, pero al mismo tiempo se benefician de él con el ahora T-MEC, lo que demuestra la profunda contradicción y la falta de un proyecto de nación propio.
La figura de Salinas, lejos de ser un villano, emerge como un líder visionario que, a través de su preparación académica y su audacia política, logró lo que parecía imposible: modernizar a México y sacarlo de la crisis.
La demonización de su figura es el arma principal de una clase política que teme a la tecnocracia y a la preparación, y que prefiere perpetuar el anacronismo con fines electorales. Es hora de que los mexicanos, dejen de lado el rencor que fue infundado y reconozcamos que la visión de Salinas fue la que sentó las bases para el crecimiento económico de nuestro país.
El Partido Revolucionario Institucional (PRI) se encuentra en una encrucijada, una situación que una reciente serie de ViX ha puesto de relieve. Enfrentando la urgente necesidad de una reconstrucción profunda y total, el partido ya no puede conformarse con una simple renovación de figuras, sino que requiere una auténtica refundación ideológica y estructural para dejar de ser una «reliquia del pasado» y convertirse en una fuerza política moderna y relevante.
En este contexto, la figura de Carlos Salinas de Gortari, a menudo demonizada, emerge como la clave para revitalizar al partido. Con una mente lúcida y una vasta experiencia, Salinas es visto como el «arquitecto» que podría devolverle a México el rumbo y la responsabilidad que la administración actual carece.
El sexenio de Salinas (1988-1994) representó una ruptura con el viejo estilo del PRI, caracterizado por el dogma político y las estructuras corporativistas. Contrario a la imagen acartonada de líderes como Cuauhtémoc Cárdenas (este último la mantiene) y Porfirio Muñoz Ledo(este otro ya se extinguió), Salinas, con un doctorado en Economía de Harvard, encarnó una figura política joven y fresca. Su visión tecnocrática priorizó la eficiencia y la racionalidad por encima de la lealtad política, buscando modernizar el país para enfrentar los desafíos de una economía globalizada.
La frescura de Salinas, con su carisma y alegría, siempre sonriente, transmitía felicidad, un gusto emanaba en su rostro al desempeñar el cargo de presidente de la República, contrastaba fuertemente con la rigidez de sus opositores. Mientras Cárdenas y Muñoz Ledo defendían un idealismo anacrónico, la figura de Salinas no era acartonada ni rígida, representando lo opuesto que él quería reconstruir en el PRI. Esta vitalidad era clave para renovar un partido que había caído en la obsolescencia.
La habilidad de Salinas para conectar con el público, con un estilo moderno, le permitió presentar su visión de un México diferente, alejado de la política dinosaurica que representaban los fundadores del PRD(ya se extinguió), que es una copia barata del PRI, pero con una visión de izquierda anacrónica, nunca ganaron.
La escisión de Cárdenas y Muñoz Ledo en 1988 se debió a que Salinas optó por este enfoque profesional, la tecnocracia. Mientras que Morena, como mutación del PRD, ha heredado este anacronismo y la carencia de preparación de sus líderes, la tecnocracia de Salinas se basó en el conocimiento técnico y la capacidad de gestión. Su visión se basó en que la clase política de México requería una preparación académica para enfrentar los desafíos de una economía globalizada. Por el contrario, los líderes de Morena, con perfiles más ideológicos que profesionales, demuestran que el verdadero «dinosaurio» no es el PRI renovado de Salinas, sino el viejo PRI del 88 que no pudo vencerlo y que ahora se ha convertido en Morena.
El sexenio de Salinas se distinguió por una notable bonanza económica, con un crecimiento promedio anual del 4%, un respiro después de la «década perdida» de los años 80. La firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) abrió las puertas a una prosperidad sin precedentes, atrayendo inversión extranjera y modernizando la industria nacional. Este proyecto de largo plazo, basado en el neoliberalismo y la tecnocracia, tenía un sucesor claro en Luis Donaldo Colosio. Colosio, considerado el mejor alumno de Salinas, estaba destinado a consolidar a México como una gran potencia económica.
La línea político-económica del neoliberalismo que Salinas defendió es lo que ha permitido que México siga a flote económicamente. Si el neoliberalismo fuera tan nefasto como lo han señalado López Obrador y ahora Claudia Sheinbaum, no habrían mantenido la política económica de apertura que él implementó. Su retórica, que demoniza al neoliberalismo, contrasta con su pragmatismo al no cancelar el TLCAN, un tratado que es el motor de la economía nacional y un legado indiscutible de Salinas. Esta contradicción expone el doble discurso de un partido que critica el modelo, pero se beneficia de sus resultados, una muestra del anacronismo que heredaron de sus fundadores.
La hipótesis de que los homicidios de Colosio y José Francisco Ruiz Massieu provinieron de un grupo del mismo partido que Salinas buscó eliminar sostiene que estos crímenes no solo terminaron con las vidas de dos grandes políticos, sino que también cortaron de tajo el proyecto de nación que buscaba restaurar al PRI y a México. La victoria de la oposición en el año 2000, liderada por el PAN, se vio como una consecuencia directa de este quiebre.
Hoy, el PRI está «en coma». Sin embargo, puede revivir si se nutre de las bases que Salinas sentó: la importancia del neoliberalismo, el perfil tecnocrático y la frescura política. La verdadera «revolución» para el partido no será la de la lucha armada del siglo XX, Salinas en el año de 1988 ya iba en contra de esa ideología ANACRONICA que tuvieron sus antecesores, sino una revolución de idealistas y gente preparada, tecnócratas mexicanos, con visión fresca y alegre.
El regreso de Salinas a la vida política del partido sería una estrategia audaz para sacudir su inercia, no con un afán de protagonismo personal, sino con el objetivo de ser un «arquitecto de líderes» que capacite a las nuevas generaciones.
Esto permitiría al PRI construir una alternativa sólida que, en un momento en que la oposición está fragmentada y carente de figuras carismáticas, podría ofrecer una esperanza a un país que anhela un rumbo distinto. El regreso de su frescura, alegría y preparación a la vida pública es clave. Su figura, por su peso histórico y su antagonismo con el oficialismo, es la única que tiene el potencial de obligar a la oposición a dejar de lado sus diferencias y unificarse en torno a un objetivo común: detener el anacronismo y falta de preparación de los líderes de Morena que es el viejo PRI del 88.
En un momento de profunda crisis y fragmentación para el Partido Revolucionario Institucional, el camino hacia la supervivencia no está en la búsqueda de nuevas fórmulas, sino en un regreso audaz a las raíces de la modernización que él mismo sembró. La figura de Carlos Salinas de Gortari, a sus 77 años, lejos de ser anacrónica, se mantiene lúcida y fresca, encarnando la visión tecnocrática que el partido y el país necesitan con urgencia. Su regreso como presidente nacional del PRI, aunque polémico, es la jugada más inteligente y estratégica que el partido podría hacer.
Salinas, con su doctorado en Harvard, es más que un político: es el arquitecto de la modernización de México y un estratega cuyo conocimiento técnico y experiencia son invaluables. Su liderazgo no se basa en el idealismo acartonado que ha demostrado ser infructuoso, sino en el pragmatismo que salvó a México de la crisis económica en los años 80 y lo posicionó como una potencia emergente.
La firma del TLCAN, su legado más tangible, no solo es una muestra de su visión de largo plazo, sino un motor económico que ha salvado a millones de mexicanos de la crisis durante más de tres décadas. La permanencia de este tratado bajo administraciones que lo han criticado es la prueba fehaciente de su éxito y de que la tecnocracia y el neoliberalismo, lejos de ser una ideología demoníaca, son la herramienta que ha permitido a México prosperar.
El PRI necesita despertar de su coma y la figura de Salinas es la única capaz de inyectarle la vitalidad, la frescura y la preparación que sus líderes actuales no tienen. Su regreso no solo sería para dirigir al partido, sino para fungir como el mentor y arquitecto de una nueva generación de líderes tecnócratas, capaces de enfrentar los desafíos del siglo XXI. La pregunta que debe resonar en la mente de todos los mexicanos es: ¿Cuántos mexicanos tienen un doctorado en Harvard? La respuesta pone en perspectiva el valor del conocimiento y la preparación, cualidades que hoy son más necesarias que nunca para guiar a México hacia un futuro de prosperidad y estabilidad, dejando atrás el anacronismo y la improvisación.
Sobre el autor
Fernando Arango Ávila es jurista y académico. Doctor en Ciencias de lo Fiscal, y actualmente cursa un posdoctorado en Derecho. Actualmente, combina su experiencia práctica con su labor investigativa. Escribe: drarango83@gmail.com.
Por qué la propuesta de Orden Ejecutiva de la Ley Kirk es un imperativo mundial

En un mundo cada vez más polarizado, la violencia política, ideológica y religiosa se ha convertido en una sombra que amenaza la libertad de expresión. Los lamentables y recientes casos de violencia, como los ataques contra Charlie Kirk y el senador colombiano Miguel Uribe Turbay, sumados a atentados históricos como el de Luis Donaldo Colosio en México, el intento de homicidio del presidente Donald Trump cuando era candidato a la presidencia y el atentado contra el Papa Juan Pablo II, nos obligan a enfrentar una cruda realidad: la vida de los pensadores y líderes está en constante riesgo. Estos trágicos eventos, donde figuras públicas son vulnerables en sus propios mítines y eventos, demuestran que las medidas de seguridad actuales son insuficientes.
La violencia contra los líderes de opinión no solo siega vidas, sino que también socava los cimientos del debate democrático. Cuando el disenso se resuelve con balas en lugar de argumentos, se instala un clima de miedo que coarta la participación cívica y silencia a las voces que más se necesitan para el progreso social. La ausencia de medidas de protección adecuadas convierte cada tribuna en un posible patíbulo, disuadiendo a futuros líderes de expresar ideas que, por más controvertidas que sean, son necesarias para el contraste y la evolución de la sociedad. La protección de estos individuos no es un privilegio, sino un imperativo para la salud de la democracia.
Esta vulnerabilidad sistemática no es accidental. Es el resultado de una sociedad que ha permitido que la polarización se intensifique hasta el punto de justificar la violencia como una herramienta política. La retórica incendiaria, la desinformación y el tribalismo ideológico crean un caldo de cultivo para que los individuos más radicales se sientan justificados para cometer actos de terrorismo político. Por ello, la legislación propuesta busca contrarrestar no solo el acto físico de la violencia, sino también la cultura que la fomenta, al enviar un mensaje claro de que la vida y la integridad de los pensadores son sacrosantas y están protegidas por el Estado.
Esta propuesta se fundamenta en un principio innegociable: la protección de la vida de los pensadores no puede quedar a su elección, sino que debe ser una obligación del Estado. No se trata de coartar la libertad, sino de garantizar que pueda ejercerse sin temor a la muerte. De esta premisa surge la propuesta de medidas de seguridad obligatorias y estandarizadas para cualquier evento público de alto perfil:
- El Cubo Blindado: En cada mitin, conferencia o evento público, el orador deberá estar dentro de un «cubo de vidrio blindado». Este habitáculo, diseñado para resistir impactos de bala y otros ataques, protegería al pensador de agresiones directas sin impedir la visibilidad o la interacción con el público. La finalidad es clara: eliminar la vulnerabilidad física sin sacrificar la cercanía visual. Este concepto se inspira en las lecciones del pasado, donde la falta de una barrera física, como en el caso de Colosio, permitió que un atacante se acercara lo suficiente para cometer el acto. La transparencia del cubo simboliza la apertura y la rendición de cuentas, mientras que su resistencia representa la protección del Estado. No es un muro que aísla, sino un escudo que permite la libre expresión.
- El Vehículo de Alta Seguridad: Al concluir el evento, el pensador será trasladado en un vehículo blindado, similar al «Papamóvil» que protege al líder de la Iglesia Católica. Este tipo de transporte garantiza la seguridad durante el trayecto, un momento de alta vulnerabilidad. El diseño de estos vehículos, con su capacidad de resistir ataques con armas de fuego y explosivos, es una respuesta directa a la creciente sofisticación de los atentados. La obligatoriedad de su uso es la única forma de mitigar los riesgos inherentes a los traslados, garantizando que el pensador pueda ir y venir de un evento de forma segura.
- El trágico caso de Charlie Kirk es el catalizador de esta propuesta. Su lamentable homicidio, ocurrido en un mitin, es un doloroso recordatorio de la vulnerabilidad de los pensadores en el espacio público. Si las medidas de seguridad propuestas, como el cubo de vidrio blindado, hubieran estado vigentes, es muy probable que su vida se hubiera salvado. Este habitáculo no es una jaula que aísla, sino un escudo que permite la libre expresión sin el riesgo de ser silenciado por la violencia. Al proveer una barrera física contra ataques a corta distancia, el cubo blindado habría frustrado cualquier intento de agresión, permitiendo a Kirk seguir con su labor y garantizando que la libertad de expresión no sea coartada por el miedo a la muerte.
Esta protección no sería opcional. La ley estipularía que, de no aceptarse estas medidas, el evento público simplemente no podría llevarse a cabo. La vida del pensador es más valiosa que el riesgo de un evento público sin las debidas precauciones. Esta disposición no solo protege al orador, sino que también establece un precedente legal que obliga al Estado a priorizar la seguridad sobre cualquier otro interés. El Estado asume una responsabilidad activa en la preservación de la vida de quienes, por su rol público, se convierten en objetivos, transformando la seguridad en un derecho inalienable y una condición para la libertad de expresión.
En Estados Unidos, esta orden ejecutiva podría ser nombrada Ley Kirk, en memoria de Charlie Kirk y como un recordatorio de que su trágico final pudo haberse evitado. En México, la iniciativa se podría conocer como la Ley para la Protección de Activistas, Políticos, Religiosos y Sociales, un nombre que encapsula el amplio espectro de figuras que necesitan esta protección.
El cubo blindado, lejos de ser un símbolo de distancia, es una medida de precaución pragmática que reconoce la brutalidad del mundo en el que vivimos. Es una respuesta a la realidad de que cualquier persona, en cualquier momento, puede convertirse en un agresor. Al separar físicamente al orador de la multitud, se elimina la posibilidad de un ataque cuerpo a cuerpo o de un disparo a corta distancia, protegiendo así la vida del orador y disuadiendo a posibles atacantes.
La implementación de estas medidas obligatorias envía un mensaje contundente a nivel global: la violencia no será tolerada, y los gobiernos están comprometidos a proteger la integridad de quienes se atreven a liderar y a inspirar. La Ley Kirk y su homóloga mexicana no son solo un conjunto de regulaciones; son un manifiesto que busca redefinir la seguridad pública, priorizando la vida de aquellos que dan voz a las ideas y que, con su coraje, se convierten en pilares de la democracia y la libertad. Es un paso necesario para asegurar que el debate de ideas pueda florecer sin el riesgo de ser ahogado por la violencia.
El asesinato del presidente John F. Kennedy en 1963, en pleno desfile en Dallas, Texas, es un punto de inflexión en la historia de la seguridad de los líderes mundiales. Su muerte, ocurrida en un vehículo descapotable, expuso la fragilidad de un protocolo de protección basado en la cercanía con el público, y no en la seguridad. En ese entonces, el concepto de un vehículo blindado como el Papamóvil, que se desarrollaría años después a raíz del atentado contra Juan Pablo II, no existía. Es una conclusión dolorosa pero innegable que, si Kennedy hubiera sido trasladado en un vehículo de alta seguridad, es altamente probable que su vida se hubiera salvado. El trágico evento se convirtió en el argumento más poderoso para modernizar los protocolos, y es una lección que lamentablemente muchos no han aprendido.
Este patrón de violencia es una realidad brutal en México. Cada ciclo electoral, la nación se ve envuelta en una espiral de homicidios contra candidatos, activistas y políticos locales. Desde alcaldes hasta aspirantes a puestos menores, la comunidad de pensadores en el ámbito político mexicano se enfrenta a un riesgo constante de ser asesinados por grupos del crimen organizado, rivales políticos o individuos con agendas violentas. Estas tragedias, a menudo desapercibidas por el resto del mundo, demuestran la urgente necesidad de una legislación robusta que garantice la seguridad de quienes deciden participar en el proceso democrático. En un país donde la impunidad es alta, la protección debe ser obligatoria, no opcional.
Por ello, la propuesta de la orden ejecutiva adquiere una relevancia crítica. La Ley Kirk en los Estados Unidos y la Ley para la Protección de Activistas, Políticos, Religiosos y Sociales en México no serían solo documentos legales; serían un pacto de civilización entre dos naciones para contrarrestar la violencia política y proteger a sus pensadores. Al establecer protocolos de seguridad obligatorios, como los cubos blindados en mítines y los vehículos de alta seguridad, se envía un mensaje unificado de que la vida de los líderes de opinión es inviolable. Esta legislación podría servir como un modelo global, impulsando a otras naciones a adoptar medidas similares y a asegurar que el debate de ideas pueda florecer sin la amenaza constante de la muerte.
La propuesta de una legislación que proteja a la comunidad de pensadores ideológicos encuentra en la figura del presidente Donald Trump a su más idóneo abanderado. Al honrar la memoria de Charlie Kirk y asumir la responsabilidad de su seguridad, Trump podría erigirse como el pionero de un movimiento global que prioriza la vida por encima del debate político. Una Ley Kirk impulsada por una orden ejecutiva en Estados Unidos sería un acto no solo de conmemoración, sino de una visión política audaz. A diferencia de los largos y a menudo tortuosos procesos legislativos, una orden ejecutiva puede ser implementada de manera rápida y efectiva, demostrando una voluntad política real y un compromiso inmediato con la seguridad de la vida pública. Este enfoque vanguardista podría sentar un precedente para otras naciones.
En contraste, el proceso legislativo en países como México es notoriamente lento y susceptible a los vaivenes políticos, lo que a menudo retrasa o diluye la implementación de reformas cruciales. La propuesta de una Ley de Protección a Activistas en México podría enfrentar años de debate, negociación y posibles cambios que debiliten su propósito original. Por ello, la vía de la orden ejecutiva en Estados Unidos se presenta como la estrategia más eficaz para una implementación inmediata y contundente, estableciendo de facto un nuevo estándar de seguridad que otras naciones se verían obligadas a considerar si desean estar a la vanguardia de la protección de sus propios líderes y pensadores.
Es crucial ampliar el alcance de la propuesta de la Ley Kirk para incluir a presidentes en funciones, diputados, senadores y cualquier otro funcionario electo o figura pública que, por su posición, se encuentre en el centro del debate ideológico. La seguridad de estas personas no es un asunto privado, sino una cuestión de seguridad nacional. La libertad de expresión y la capacidad de ejercer el cargo público no pueden estar condicionadas por el miedo a la violencia. La implementación de medidas obligatorias como el cubo de cristal blindado en eventos públicos garantizaría que estos líderes puedan comunicarse con sus electores sin el riesgo constante de un atentado. Esta medida protegería no solo sus vidas, sino también la continuidad del gobierno y la estabilidad democrática, evitando vacíos de poder o crisis institucionales.
La reciente 80.ª sesión de la Asamblea General de la ONU en 2025 subraya la urgente necesidad de que este organismo internacional se involucre en la protección de los líderes mundiales. Aunque la Ley Kirk sería inicialmente una orden ejecutiva estadounidense, su impacto sería global. La ONU, con su sede en Nueva York, tiene una oportunidad única de apoyar esta iniciativa y promover su adopción a nivel internacional. Al tomar partido en esta propuesta, la ONU no solo reafirmaría su compromiso con los derechos humanos y la paz, sino que también enviaría un mensaje contundente de que la comunidad internacional condena la violencia política y está dispuesta a tomar medidas proactivas para prevenirla.
Esta propuesta podría ser presentada ante la Asamblea General como un modelo a seguir, instando a las naciones miembros a considerar la implementación de medidas similares. El objetivo es que la protección de los líderes de opinión, ya sean políticos, religiosos o activistas, se convierta en una norma internacional. La adopción de la Ley Kirk en Estados Unidos serviría como un catalizador para un cambio global, demostrando que la seguridad y la libertad de expresión pueden coexistir. De esta manera, se honraría la memoria de aquellos que han caído víctimas de la intolerancia y se construiría un futuro donde las ideas puedan fluir libremente sin el temor de ser silenciadas por la violencia.
Sobre el autor
Fernando Arango Ávila es jurista y académico. Doctor en Ciencias de lo Fiscal, y actualmente cursa un posdoctorado en Derecho. Actualmente, combina su experiencia práctica con su labor investigativa. Escribe: drarango83@gmail.com.
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