La Barcelona gótica de Zafón

Zafón…
Hoy en día, Barcelona es una ciudad que está en boca de todos, esto debido a la situación política que atraviesa, su gente lucha por independizarse de España y que nazca la República de Cataluña. Las razones son muchas, de este lado del charco nos llegan imágenes de protestas, violencia, diálogos, mensajes del Rey.
Uno de los motivos es que existe una parte de la población resentida por el pasado que azotó España; hay un sector que repudia a la dictadura que rigió con guante de hierro este país, y ésa es tan sólo una de las situaciones por las que se quiere la separación.
Barcelona por sí misma es una ciudad con la capacidad de enamorar a quien la visita. La tierra de Gaudi lo tiene de todo. La playa, un paseo por la Rambla, comida deliciosa, monumentos históricos que te impactan visualmente, amabilidad de la gente, rincones bohemios y románticos, historia a cada paso, un equipo de fútbol de fama internacional.

Hoy en día, Barcelona es una ciudad que está en boca de todos, esto debido a la situación política que atraviesa. Foto: Pinterest.
A pesar de ello, hoy en día las imágenes que nos llegan son de todo, menos de la belleza. Y si hay alguien que conoce esta ciudad como la palma de su mano, además de ser un promotor turístico con sus libros, ése es el escritor catalán Carlos Ruiz Zafón, el creador de la saga del Cementerio de los libros olvidados, obras que son capaces de cambiar vidas y que a más de uno han llevado de la mano al mundo de la literatura. Zafón realmente prefirió enamorar con una Barcelona gótica, una plagada de misterios, una de leyendas, que invita a visitar cada uno de sus recintos que describe en las páginas de los cuatro tomos que componen la serie.
Zafón es el segundo escritor español más leído de todos los tiempos. Así es, solamente es superado por un tal Miguel Cervantes de Saavedra que creó una obra que seguro te suena, Don Quijote de la Mancha. ¿Y en qué reside el éxito de Zafón? justo en que dibujó su tierra natal de una forma tan única, que todo aquel que lee sus libros termina por decidir que tiene que ir y conocer. Adentrarse en los laberintos y edificios que emanan leyendas y oscuridad, misterio y que esperan a ser develados.

Carlos Ruiz Zafón, el creador de la saga del Cementerio de los libros olvidados. Foto: Especial
Inicio de la visita
Todo comienza en La sombra del viento. Aquí es donde conocemos algunos pasajes que han pasado de la ficción a la realidad actual de Barcelona. Corren los tiempos de la dictadura, y a pesar de que esta primera entrega de la saga se centra en el Laberinto de los libros olvidados, en los valores de la familia Sempere, quienes son libreros, existe ese trasfondo político sombrío que azotó al pueblo español en el siglo pasado.
Por un lado, tenemos a Fermín Romero de Torres, quizás el personaje menos poco elocuente, aunque entrañable de la serie. Resulta ser un prófugo de la justicia, un prisionero que decidió enfrentar fantasmas y terminó por toparse con el Inspector Fumero.

Portada del libro La sombra del viento.
Esta parte nos habla del miedo que existía a los soldados y a la justicia de la época, ellos son pintados como personajes oscuros, sin piedad, que solamente buscan su satisfacción personal. Justo éste es el tema que tiene resentida a cierta parte de la población catalana, que tiene recuerdos que duelen y que llora a sus desaparecidos. De igual forma, Zafón nos guía en una ciudad que tiene vida propia y es casi, casi, el centro del universo. Madrid es nombrada por ahí. De pronto los personajes aparecen en la capital española, pero no deja de ser narrada como una ciudad sin personalidad, y a la que hay que temer, pues en ese entonces era la sede de un gobierno sin sentimientos.
De regreso a la historia, La sombra del viento, es un libro único. Las historias y personajes son multifacéticos y variados. Y a pesar de estas curiosidades que cuento, no dejan de ser personajes secundarios, la historia central es lo que el propio autor ha definido como un homenaje a la literatura. Eso es único, libros que nacieron para homenajear a la propia escritura creativa y que Zafón en reiteradas ocasiones ha dejado en claro que ni serán películas, ni serán series, por más que la gente se lo pide.
Se da paso al misterio
Todo inicia con el misterioso personaje Julián Carax, un hombre enmascarado dispuesto a quemar todos sus libros. Venganzas y traiciones. Después damos paso a El juego del ángel. En esta ocasión todo se vuelve más fantasmagórico y sobrenatural, pero no deja de ser un escritor el personaje principal, sin dejar de lado que el diablo por ahí anda rondando, y hay un pequeño Daniel Sempere en camino. Amor y traición, pero esa sombra de la errática justicia de aquellos tiempos en Barcelona, la hacen ganar en el presente, una historia de antología de la que más vale leer a que te la cuenten.

Portada del libro: El juego del ángel.
Monarquía española y resentimiento
Después viene la obra políticamente incorrecta, El prisionero del cielo, ahí se va duro y directo al sentido político de los tiempos franquistas, de cómo en los catalanes va naciendo un sentido de resentimiento, ése que hoy en día hace erupción en las protestas de independencia que claman por quitarse el “yugo” de la que aún hoy, no deja de ser, una monarquía española. Pero volvamos al libro, a lo que nos atañe, aquí conoceremos más sobre el mítico personaje de Fermín Romero, cómo huyó de las garras de la prisión, su amor por los sugus y las mujeres.

Portada del libro El prisionero en el cielo.
Para cerrar un personaje inolvidable
Este año, Zafón decidió darle cierre a la saga. Había muchas expectativas, El laberinto de los espíritus se encargaría de ponerle fin a cada una de las raíces que nacieron a lo largo de tres libros, y en casi mil páginas, no queda más que decir que no decepciona, que cumple con creces y nos entrega un personaje inolvidable de nombre Alicia Gris.

Portada del libro: El laberinto de los espíritus.
Un homenaje a Barcelona, a la gótica y que tienes que buscar, pues la puerta del Cementerio de los libros olvidados existe. Incluso existen tours que te llevan de pasaje en pasaje por los libros de este escritor catalán que le escribió un poema de amor a su ciudad y que al resto del mundo nos ha despertado las ganas de ir, estar y seguir los pasos de cada uno de los héroes y anti-héroes de esta saga, que para mi gusto personal, es la mejor que he leído.
Ya lo dije, son mis libros favoritos y en estos tiempos que corren se vuelve fundamental para dar un vistazo al pasado, de una forma única. Quizás leyendo esta serie, nazca en alguien el amor por los libros, que es justo lo que el autor busca.
Ah…se me olvidaba, pues lo adivinaron, a este espacio de libros e historias, relatos y más, decidí bautizarlo como Laberinto en honor a la literatura de Zafón, al que le agradezco haberme regalado lecturas y relecturas sumamente emocionantes de sus creaciones, que me ha divertido como ninguno, que me dio la motivación para viajar, que me lo firmó cuando vino a la FIL y fue increíble ver cómo se daba un tiempo con cada uno de sus fans para charlar. Pero sobre todas las cosas a la saga del Laberinto de los libros olvidados, le agradezco que esos valores familiares y la calidad de su historia, fue capaz de unir a la mía en una especie de club de lectura y de retroalimentación entre cada miembro. Esas son las cosas realmente invaluables que puede provocar un buen libro. Esto es más que una herencia.
Óscar Beltrán ha trabajado en medios impresos y radiofónicos como reportero en las fuentes de cultura, policíaca y deportiva. Ahora se desempeña como editor en jefe de la aplicación para smartphone «Plans».
El arte tiene la capacidad de sanar: Ismael Vargas

Con 60 años de carrera sobre sus hombros, el maestro Ismael Vargas aún se emociona con la idea de inspirar a otras y otros —los más jóvenes, principalmente— a replantearse el mundo que los rodea a partir de la contemplación y el contacto con el arte.
“Tengo la esperanza de que el arte sea capaz de distraerlos. O sea, tengo la ilusión de poder rescatar su atención”, dice en entrevista exclusiva para Siker.
Con ese propósito, el destacado pintor tapatío se embarcó en la preparación de una exposición retrospectiva, titulada La vida: Tiempo codificado en la que reunirá 25 obras realizadas en distintos momentos de su trayectoria como artista, y que será exhibida en la Universidad Panamericana Campus Guadalajara a partir del próximo martes 4 de noviembre.
Nacido en 1947 —cineasta, escritor, pintor y escultor—, Ismael Vargas encontró su vocación a los 13 años de edad, enamorado de las pinturas que se imprimían en las cajetillas de los cerillos con que su madre encendía la estufa.
Con la certeza inequívoca de que la pintura era el camino natural que le trazaba la vida, plasmó desde sus primeros lienzos las acumulaciones de objetos que atiborraban los puestos del mercado San Juan de Dios que visitaba de niño.
Sus obras están llenas de pequeñas palomas de barro, muñecas de cartón, trompos, canicas, mariposas y carritos de madera; acumulados de forma obsesiva como se acumulan las plegarias en las capillas o los Om en los monasterios. Una especie de vibración pictórica.
“Es una especie de mantra (…) Es una vibración. Cada vez que yo hago un cuadro, trato de que vibre”, dice y luego sostiene: “Ahora te puedo decir, 60 años después, que he comprobado que el arte tiene la capacidad de sanar a través de la contemplación”.
Iniciaste tu carrera a los 13 años, ¿cómo comenzó todo?
Por frustración. Yo quería ser torero. Y cuando me enfrenté a un becerro, salí corriendo, y supe que me gustaba ver los toros desde la barrera. Luego quise ser cantante de ópera y no canto ni las de Cri-Cri. Por entonces, tenía tiempo de coleccionar y recortar las portadas de los cerillos Clásicos de Lujo que traían reproducciones de pinturas. Y yo no tenía libros de arte, pero hice una especie de libro de arte al pegar todas estas cartitas en un cuaderno. Y entonces, le pregunté a mi papá que qué era eso, y me dijo: es un bastidor en donde se monta una tela y con pinceles y colores se pinta lo que tú quieras. Eso me pareció magnífico. Y le dije: ¿me ayuda a intentar hacer uno? Y me dijo: sí, hagámoslo. Entonces hicimos un bastidor, con un costal de azúcar, lo abrimos, y eso fue lo que montamos.
¿Y qué pintaste?
Bueno, la ignorancia es atrevida. Copié nada menos que Santa Ana, la Virgen y el Niño (de Leonardo da Vinci). Fue maravilloso; al estarlo haciendo, durante el tiempo que duré haciéndolo, me pareció mágico. Era indescriptible la sensación que estaba viviendo. No solo en el acto, sino después del acto de pintar, todo el tiempo que estuviese en contacto con la obra.
¿Qué te ocurría? ¿Una especie de abstracción del mundo?
No. Al contrario, al contrario. Era la sensación de sentirme integrado, yo que siempre me sentí desintegrado del mundo. Me sentía parte del universo cuando me ponía a pintar. Y entonces, simplemente dije: yo quiero hacer eso.
Claro, inmediatamente después, porque tengo ese carácter, pensé: ¿pero yo qué voy a hacer? Ya existe Leonardo da Vinci, Rembrandt, Van Gogh… Todos los artistas que admiro. ¿Y yo qué? Afortunadamente, una voz interior me dijo: No vas a competir, no son las olimpiadas. El arte no es saber quién llega primero o quién puede más, sino es hablar de las cosas que emocionan. Ninguno de ellos nació en una vecindad, cerca del mercado San Juan de Dios, como tú. Y entonces, eso me dio la base de mi trabajo.
¿Tu entorno? ¿Tu contexto específico?
Sí. Mi trabajo es la acumulación, tanto de la fruta, de las máscaras, de las muñecas de cartón, así, como en los mercados, que todo lo hacen en rumas. Yo no pinto una manzana ni un cántaro, sino miles. Y esa fue mi solución para trabajar.
Han pasado décadas y te ha tocado ver periodos muy interesantes de México y el mundo. ¿Hay algún periodo en el que estuvieras desarrollando tu obra y te sintieras especialmente interesado?
No, siempre he ido desfasado en el tiempo. Yo no voy con el tiempo en que vivo. Mi interés es hacer algo que te emocione y que te haga sentir bien cuando lo ves, nada más. Yo no tengo mensajes que mandar ni mucho menos mensajes políticos. Es simplemente hacer un jardín y mostrártelo para que lo contemples.
¿Se trata solo de la contemplación?
Sí. Ahora te puedo decir, 60 años después, que he comprobado que el arte tiene la capacidad de sanar a través de la contemplación.
¿Cómo exactamente?
Pues, contemplar una obra puede transformarte. Transformar tu estado de ánimo de manera que tus defensas te protejan de una enfermedad o te eliminen un malestar. No estoy hablando de medicina. Estoy hablando del alma y de las emociones, pero es físico también, es físico. Tu sistema inmunológico se fortalece al ver algo que te emociona. Por lo tanto, te alivia.
Tu obra es particularmente bella, colorida, alegre…
Obsesiva. Es una especie de mantra. Esa es la otra parte que cura. Es una vibración. Cada vez que yo hago un cuadro, trato de que vibre. Y nosotros somos vibración, nosotros somos polvo de estrellas. Las plantas son polvo de estrellas, las piedras son polvo de estrellas. Lo que nos diferencia es la vibración. Vibramos a diferentes velocidades y por eso las plantas son como son y nosotros como somos.
Cuando una obra es oscura o violenta, ¿actúa a la inversa?
No, no, no. También puede ser sanadora. La imagen no tiene que ver con lo que a ti te sucede. Es un espejo. Depende del espectador. No es importante lo que nos sucede, sino lo que hacemos con lo que nos sucede. Yo, por las características de mi educación y mi contexto, podría ser un asesino. Tengo el derecho de matar. Pero, preferí hacer un jardín.
Tienes una nueva exposición en puerta. ¿Cómo nació el proyecto?
Por una invitación de la Universidad Panamericana que está interesada en abrir un ala de la universidad para el arte. Me preguntaron que si me gustaría participar en una exposición y acepté.
¿Por qué te gustó la idea?
Por el contacto con la juventud, que no va a las galerías. Entonces, pues, si la montaña no viene a mí, yo voy a la montaña.
¿Cuál es el concepto de la exposición?
Es una especie de retrospectiva porque son piezas de distintas épocas: papeles, óleos, esculturas, todas las técnicas que he trabajado. Obras desde el (año) 72’ hasta obras contemporáneas, hechas el mes pasado.
Vamos a ver una línea de tiempo de 60 años de carrera…
Sí. Sesenta y dos años de carrera. Van a hacer falta algunas obras, de una etapa en que trabajaba piezas gigantescas.
¿Qué pasó con esas obras? He visto algunas y son impresionantes.
Tengo algunas, pero no hay espacio para exponerlas. Son obras monumentales de 12 metros.
Hablemos de los tiempos que corren. Me decías que los chicos no van a las galerías. Fue justamente eso lo que te interesó de esta nueva exposición; poder acercarte a los jóvenes con tu obra.
Sí, porque tengo la esperanza de que el arte sea capaz de distraerlos. O sea, tengo la ilusión de poder rescatar su atención.
Claro que está terrible, porque hace muchos años que nos están destruyendo, nos han hecho indiferentes, nos han estupidizado. Y si algo es importante es la curiosidad. Para que tú inventes un avión, tienes que tener la curiosidad de saber hacerlo que vuele y que no se te caiga.
En este caso, no me interesa que sean pintores. Lo que me interesa es que vean otra opción del mundo. Si una obra mía despierta su creatividad en el terreno que sea… a lo mejor no van a pintar, si no, van a manejar un aparato digital maravilloso que va a hacer algo holístico, qué sé yo.
Ese tipo de cosas ocurren con el arte…
Así es, exacto. En eso creo.
¿Hay planes a futuro con la exposición?
Sí, parece que estará en la Universidad (Panamericana Campus Guadalajara) hasta diciembre, y después se la van a llevar a la Ciudad de México y a algunos otros lugares.
¿Eso te emociona?
Sí. Por lo mismo. No me importa que no esté a la venta mi obra, que no me compren. Eso nunca me ha interesado. Me interesa la posibilidad de que a algún niño, a algún joven le cambie la vida.

Tendrá reestreno mundial la zarzuela El Orgullo de Jalisco en el Teatro Degollado

El próximo 14 de septiembre, el Teatro Degollado será escenario del reestreno mundial de la zarzuela El Orgullo de Jalisco, del compositor español Federico Moreno Torroba, con la presencia del tenor Plácido Domingo como invitado de honor.
La obra vuelve a los escenarios tras 78 años de su estreno en el Teatro Arbeu de la Ciudad de México.
La puesta en escena contará con la mezzosoprano Nancy Fabiola Herrera en el rol de Cristina —papel que en 1947 interpretó Pepita Embil, madre de Plácido Domingo— y con el barítono mexicano Luis Ledesma como Paco Aldana.
Ambos artistas han desarrollado una destacada trayectoria en escenarios internacionales como el Metropolitan Opera de Nueva York, la Royal Opera House de Londres, el Teatro alla Scala de Milán y el Teatro Colón de Buenos Aires.
Rescate patrimonial
Andrea Blanco Calderón, coordinadora General Estratégica de Desarrollo Social, explicó que el reestreno es un rescate patrimonial.
La partitura, con libreto de Antonio Guzmán Aguilera, se localizó en 2020 por Rooney Josué Hernández Villanueva, quien realizó la edición crítica. El full score se encontraba en poder de la familia de Moreno Torroba y fue cedido a la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE).
El secretario de Cultura, Gerardo Ascencio Rubio, destacó que “montar esta obra para nosotros, exactamente, 78 años después de su estreno y reestrenarla aquí en Guadalajara, donde no se presentó, realmente es un gusto, un honor y un aliciente para presentar a un público que tiene mucho tiempo y una larga tradición de gusto por el género de la zarzuela y por el género de la ópera en general”.
Plácido Domingo asistirá a la función
La producción reunirá a más de 130 artistas en escena, entre ellos 70 músicos de la Orquesta Sinfónica para la Escena de Jalisco y de la Orquesta Típica del Estado, 50 integrantes del Estudio de Ópera de Jalisco, el Coro del Estado y el Coro del Tec de Monterrey, todos bajo la dirección musical de Allen Vladimir Gómez Ruiz.
La dirección escénica estará a cargo de Leopoldo Falcón, conocido como “El Hombre Zarzuela de México”. La obra se presentará en tres actos que combinan la tradición española con aires populares mexicanos, en particular el son jalisciense.
Función especial
Plácido Domingo confirmó su asistencia como invitado de honor, en un evento que también representa un homenaje a la trayectoria de su madre. “El Orgullo de Jalisco” no figuraba hasta ahora en los catálogos internacionales de zarzuela, por lo que su reaparición en Guadalajara adquiere un carácter de rescate histórico y artístico.
La función está programada para el 14 de septiembre a las 18:00 horas en el Teatro Degollado. Los boletos están disponibles en Boletomovil.com y en taquillas del recinto, con precios que van de 50 a mil pesos.
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